Reflexiones · abril 22, 2021
El paso de Dios, parece en ocasiones el paso de un perdedor. En lógica humana no es posible que escoja como terreno privilegiado el último lugar, se dedique con pasión a lo que cuesta: servir; no hace sentir su valía por aquello de “¿no sabes quién soy yo?”, se deja arrinconar tanto en el pesebre como en la cruz.