Amigo, debido a la importancia que el mismo Jesús da a la oración comunitaria, te participo algunas ideas generales acerca de esa experiencia que, bien orientada, puede ser un medio excelente de conversión.
Advertimos que algunos grupos se camuflan en esta necesidad interna del ser humano para transmitir sus ideologías o para fomentar sus sectas. Es necesario que tengas una posición muy definida respecto a Cristo vivo y presente en su Iglesia.
A veces, nosotros como occidentales tendemos a orar más con las ideas que con los gestos o con las palabras. Hemos perdido otras dimensiones para la comunicación con Dios. El hombre, decíamos en las primeras ENTREGAS, ora con su cuerpo, con su afecto, con el canto. Todo hay que integrarlo en una sola realidad. Es el Espíritu de Cristo resucitado quien ora en tu corazón a través de tus imágenes, sensaciones, sentimientos y afectos. Es la unión de la voluntad, de la memoria, que unificados, son Dios en ti.
“El Arte de orar, amar y servir al estilo de Jesús” en un grupo de oración
El Espíritu Santo se hace presente en esta característica propia de los primeros cristianos quienes “acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (Hechos 2, 42).
Si orar personalmente a Dios es un arte, orar en grupo es también un VERDADERO arte, un don del Señor, en el cual debes abrir muy bien los “ojos” y los “oídos” para que tu grupo haga una oración cristiana y no una oración pagana. En ésta sólo se persigue la búsqueda de sentimentalismos pasajeros que muchas veces llevan a un alejamiento del Dios revelado en Jesús. Por eso, es muy conveniente discernir cuándo Dios está en el grupo y cuándo no.
Jesús afirma: “Cuando recen no hagan como los hipócritas, que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas, para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su recompensa, se los aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, entra en tu cuarto, echa la llave y rézale a tu Padre que está escondido; y tu Padre, que mira escondido, te recompensará” (Mateo 6, 5-6) y más adelante promete: “Si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo se los dará. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18, 19-20).
La oración personal y la oración comunitaria no se excluyen, se complementan. Más aún, aquel que se ejercita en un grupo verdadero de oración, termina, tarde o temprano, haciendo oración personal.
Antes de seguir adelante, contesta estas preguntas:
Sugerencias para ejercitar la oración en un grupo
Aquello que has logrado en este curso, es una base suficiente para que ayudes a otras personas a ejercitarse en el “Arte de orar, amar y servir” en comunidad.
Si perteneces a un grupo de oración ten en cuenta las siguientes observaciones:
Por eso, la oración comunitaria exige un ambiente de sencillez y confianza. No se trata de “impresionar” con discursos, de decir la opinión personal camuflándola en un pedir perdón o en un agradecer a Dios. Tampoco de sacar adelante las ideas personales o de convencer al grupo de la propia voluntad. No… Eso está bien para una mesa redonda, para un panel o un foro.
La oración cristiana realizada en comunidad pretende escuchar la forma como Dios se manifiesta a través de esa comunidad, evitando especulaciones, justificaciones o racionalismos. Se trata de una “Conversación Espiritual”.
Los jesuitas reunidos en Roma en 2016 la describieron como “Un intercambio caracterizado tanto por la escucha activa y receptiva, como por la expresión de aquello que nos toca más hondamente; ella intenta tomar en consideración los movimientos espirituales, individuales y comunitarios, con el fin de elegir el camino de la consolación que fortifica la fe, la esperanza y la caridad. La conversación espiritual crea un ambiente de confianza y de apertura en nosotros y en los demás. No debemos privarnos de ese tipo de conversación en comunidad, ni en las otras situaciones en las cuales se debe tomar una decisión en la Compañía” (Congregación General 36, D. 1 No. 12).
Guía 1: Oración sencilla.
El animador de la oración escoge con anterioridad un texto bíblico que responda a las necesidades del grupo. Selecciona unos cantos que enriquezcan la idea central de la oración y con ellos la inicia.
Una vez terminada la lectura puede hacer un comentario. Después de unos minutos de silencio invita a participar a los miembros del grupo a ejercitar su oración en la forma como cada uno quiera hacerlo.
Se puede terminar la oración comunitaria con un Padre Nuestro o con un canto. Después se realiza la mini-evaluación, invitando a compartir a quienes deseen, cómo se sintieron en la oración o qué conclusiones prácticas sacaron. Para finalizar la reunión se designan los encargados de la siguiente oración.
Guía 2: Oración de un acontecimiento.
Los acontecimientos que vive el grupo también pueden servir de base para hacer una oración cristiana. Una revisión de vida, una crisis grupal, algún hecho insólito, una experiencia apostólica puede iluminarse con la luz evangélica. Solamente se requiere un grado de originalidad para ir dándole sentido salvífico a esas innumerables palabras con que Dios se va revelando al grupo. Se elige el hecho o situación, se escoge un texto bíblico que pueda iluminar. Se termina con una mini-evaluación.
Guía 3: Oración en forma de lectura pausada.
También se pueden escoger uno o varios capítulos de la Biblia. Cada persona va leyendo lentamente un versículo. Se deja un espacio en silencio, se escriben los sentimientos personales y luego se continúa con los pasos ya mencionados. Por ejemplo, leer en este modelo de oración el Sermón de la Montaña, produce un gran impacto, pues se asimila más a fondo la Buena Noticia, proclamada y vivida por Jesús. Luego, la mini-evaluación y la preparación de la siguiente oración.
Guía 4: Oración del testimonio.
Después de la ambientación necesaria, se invita a los participantes en la oración a que den testimonio de su vivencia cristiana respondiendo, por ejemplo, a estas preguntas: ¿Cuál ha sido una experiencia que ha tenido con Cristo? O ¿desde cuándo empezó a cambiar su vida? Las respuestas pueden escribirse primero.
Después de cada intervención, se hace una oración de acción de gracias o se canta. No hay que olvidar la mini-evaluación y la preparación de la siguiente oración. Es importante animar la participación de todos, pero no obligarla.
Guía 5: Oración en forma de representación.
Consiste en identificarse con personajes bíblicos. Por ejemplo, algunos participantes se reparten el papel que desempeñaron los autores del asesinato de Jesús. Uno hace de redactor.
Una vez que está preparado el ambiente de oración, se va leyendo pausadamente el relato. Después, se pregunta al grupo y a los que se identificaron con algún personaje sobre lo que sintieron.
Se puede también escenificar una situación real de injusticia que vive un barrio pobre. Se reparten los papeles que van a representar los participantes de la oración. Se invita a que, en silencio, traten de identificarse lo mejor posible con el papel que se les ha dado. Una persona puede hacer el papel de Jesús, otra de Pedro, Judas, María, Marx, un policía, un estudiante, un cura, etc…
Una vez desarrollada la representación se hace una oración en silencio, con un crucifijo en el centro del grupo. Si se ve conveniente, pueden hacerse unas peticiones.
Al finalizar la oración, se pregunta sobre las diversas vivencias, sentimientos o conclusiones a que se llegaron. El animador, anima, pero no obliga a la participación. En los grupos al comienzo cuesta un poco de trabajo, pero a medida que el grupo se consolida, surge la participación de todos.
Guía 6: Oración de luz-oscuridad
Para un grupo maduro es muy pedagógica la sensibilización de algunas realidades teológicas. Por ejemplo, la liturgia de la noche pascual, es toda una catequesis sencilla, porque está simbolizada con imágenes fácilmente perceptibles. La luz de Cristo que va rompiendo las tinieblas, ayuda a entender y experimentar esa gran verdad de que Cristo es la Luz.
En una oración de grupo también se puede acudir a estas ayudas para facilitar los medios que contribuyan a tener una oración más profunda.
La oscuridad y la luz son medios muy útiles para escenificar muchísimas realidades evangélicas.
Guía 7: Oración de los talentos
Después de la ambientación necesaria para la oración cristiana, cada participante del grupo, en silencio, escribe una lista de todas las cualidades que tiene. El orientador lee aquel pasaje evangélico de los talentos que está en Mateo 25, 14-30. Se guarda silencio. Luego se invita al grupo a hacer un acto penitencial, en donde cada uno pide perdón a Dios por no haber usado bien de sus talentos. Enseguida, en parejas, se invita a compartir las diversas cualidades que tienen.
Esta oración es un ejercicio de agradecimiento a Dios por los dones recibidos y otorgados a los demás, y de responsabilidad frente a la manera de ponerlos al servicio de los demás.
Es recomendable empezar a decir la cualidad o la virtud del miembro del grupo con esta frase: Yo creo que Dios te ha dado esta cualidad…
Se termina la oración, leyendo en el grupo las listas que se han escrito. Después de oírlas, el grupo repite este estribillo: Señor, te damos gracias por tus dones.
Guía 8: El amor a sí mismo
Este modelo de oración sirve tanto para una oración comunitaria, como para una oración individual.
Si es en grupo, el orientador comienza con una breve explicación del amor cristiano, basándose en las palabras de Jesús que dijo:
“
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos resumen toda la Ley y los Profetas”. (Mateo 22, 37 – 40).
Se insiste en que el amor a uno mismo no es egocentrismo, que el peor orgullo es odiarse. El amor a Dios y el amor de Dios, son el fundamento del amor a sí mismo y del amor al prójimo. Quien no es capaz de ser misericordioso y paciente consigo, no será misericordioso ni paciente con los demás. Quien no es capaz de perdonarse, tampoco perdonará.
Amor y egocentrismo se excluyen, pues la persona egocéntrica es incapaz de amar, de empatizar con los otros, de ponerse en los zapatos de los demás. El egocéntrico vive centrado en sí mismo, que es diferente a amarse a sí mismo.
Después de hacer esta breve ambientación, el animador puede orientar la oración cristiana, dirigiendo unos ejercicios de relajación corporal. Luego de pedir a Dios la gracia del amor y del perdón y de hacer más consciente su presencia eficaz, orienta la oración hacia el encuentro de amor consigo mismo.
Teilhard de Chardin, S.J., lo llamaría un proceso de AMORIZACIÓN, es decir, un proceso en donde el hombre se sumerge en la fuerza del amor divino que llena todo el cosmos.
Se invita a los asistentes a que no les de miedo amarse: acepar su historia, su vida, su situación, su cuerpo, sus límites, planes e ideas, sitio de trabajo, personas, medio ambiente, profesión, amigos y enemigos. Pues Dios no nos ama a pesar de lo que somos, sino por lo que somos, sus hijos, su imagen, su creación.
La oración se realiza de una manera muy lenta. Si se ve conveniente, se ejercita en diversos momentos del grupo. Por ejemplo, cuando hay conflictos entre los participantes, este ejercicio puede ayudar mucho a la reconciliación ya que el proceso de “amorización” puede complementarse con el proceso del PERDÓN.
Para ello, se recorre con la imaginación toda la vida: la infancia, la adolescencia, la juventud y la edad adulta. En la medida que se hace ese recorrido, se pide a Dios la gracia de perdonar todas aquellas cosas que se consideran perjudiciales.
El orientador de la oración debe ser lo suficientemente original para practicarla según las necesidades de las personas que forman el grupo.
Para finalizarla, se repiten lentamente estos estribillos: “No somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que Él nos amó y nos perdonó primero”; “Dios es amor. El que permanece en el amor en Dios permanece y Dios en él”; “Dios es perdón”; Ámense para que el mundo crea que Dios es amor”.
Guía 9: Oración de sanación interior.
Se sigue el mismo proceso de la oración anterior, pero insistiendo más en aquellas huellas que, posiblemente, dejó el pecado de otras personas en las profundidades del corazón.
Con una actitud humilde y con oraciones de súplica, se pide al Señor que cure las consecuencias del pecado en aquellos instantes supremamente decisivos de la vida humana. Por ejemplo, con la ayuda de la imaginación, se repite el momento de la concepción, la vida intrauterina, el nacimiento, la infancia, la adolescencia, la juventud, etc. En cada uno de esos momentos, se va perdonando a las personas que pudieron causar algún daño, incluso sin querer hacerlo, solo por ignorancia o incapacidad, y también a aquellas a quienes se causó un perjuicio.
Se pueden, también, recorrer los diversos aspectos de la relación humana: relación con la madre, en donde se inició el encuentro con la mujer, con el afecto y el amor; la relación con el padre en donde se asimiló la imagen del hombre y posiblemente la de Dios; la relación con los hermanos quienes dan los comienzos elementales de la vida social; la relación en el colegio, universidad, trabajo, profesión, etc.
Todos estos instantes pueden ser asumidos, con oraciones de acciones de gracias, de perdón y alabanza a Dios.
Muchos grupos hacen sus oraciones en medio de una celebración litúrgica donde reparten la comunión. Si ese es el caso de tu grupo, pueden, antes de comulgar, repetir con el sacerdote aquella oración que dice:
“Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo que, por voluntad del Padre, cooperando con el Espíritu Santo, por medio de tu muerte diste la vida al mundo: concédeme que la recepción de tu cuerpo y sangre, me purifique de mis pecados y me proteja contra todos los peligros. Dame la gracia de vivir cumpliendo tus mandamientos, y que nunca me separe de Ti”.
Si durante oraciones anteriores les ha ayudado la evaluación de la experiencia, el grupo la incluye dentro de su proceso.
Guía 10: Oración de la misión de hoy.
Dios, en el mundo actual, como en la antigüedad, está siendo reemplazado por ídolos modernos, es decir, propuestas que convocan al placer desbordado e individualista. No somos inmunes a esas ofertas. La injusticia se vive en todos los niveles sociales, el mensaje evangélico no es conocido en muchas partes del mundo y los que lo conocemos no lo practicamos como desearíamos.
La oración cristiana lleva a la acción y por tanto es una respuesta válida y eficaz para responder a los grandes problemas de la humanidad.
Los cristianos creemos que un hombre, Hijo de Dios, venció el pecado; que la misión del cristiano es construir con la ayuda del Espíritu, un Reino de justicia y amor, signo de la patria eterna.
Con esta o con ambientaciones con situaciones concretas del país, ciudad, barrio, de la comunidad, se puede iniciar la oración. Luego, se lee lentamente, parando unos segundos en cada afirmación, la descripción del juicio final (Mateo 25, 31 – 46). Enseguida de una manera pausada, ya sea en forma hablada o en carteleras, se hacen conocer algunas estadísticas nacionales que reflejen la injusticia que vive determinado país, ciudad o región. Las fotografías, periódicos, diapositivas, grabaciones, pueden ayudar a concientizar mejor.
Después de leer estos datos u otros parecidos, se vuelve a leer a Mateo 25, 31-46. Cada asistente lee un versículo y se guarda silencio. Una vez terminada la lectura, se pregunta al grupo: ¿Qué he hecho por ese Cristo sufriente? ¿Qué ha hecho Cristo por mí? ¿Qué haré yo por él? El grupo responde en forma escrita a estas preguntas, luego las comparte.
Si el orientador ve conveniente dar algunos datos estadísticos de muertes, corrupción, narcotráfico, feminicidios, pedofilias, suicidios, entre otras cosas, lo puede hacer.
Es recomendable evaluar la oración, llegar a un compromiso concreto y preparar la siguiente.
Guía 11: El credo del grupo
Después de los preparativos necesarios para la oración, se invita a los participantes a que, en forma escrita, vayan formulando su credo personal. Dan públicamente un testimonio de aquellas vivencias, personas, ideas, realidades de las que están convencidos y por las que estarían dispuestos a dar la vida.
Se guarda silencio después de cada testimonio y, al finalizar, se recita comunitariamente, pero de una manera lenta, el Credo Católico que se reza en la Misa dominical o haciéndolo en forma de pregunta: ¿Creen en Dios Padre, todopoderoso, creador del cielo y la tierra?, ¿Creen en Jesucristo…
Para terminar la oración, se reparten nuevas papeletas y responden esta pregunta:
¿Cuál es tu credo? El secretario del grupo archiva las respuestas para una revisión posterior. Enseguida se hace la evaluación de la oración.
Guía 12: El Cristo que percibo en los demás.
El objetivo que pretende esta guía es el de hacer consciente la presencia de Cristo vivo en las personas.
Después de la ambientación y los cantos necesarios, por ejemplo: “Con vosotros está y no le conocéis”, se reparten tantas papeletas cuantas sean las personas del grupo. En ellas deben escribir la manera como captan vivo a Cristo en cada una de las personas de su familia o amigos. Entendiendo por Cristo Vivo, su presencia en los carismas de amor y de servicio a los demás.
Luego de un rato de silencio se lee y se va entregando al interesado la percepción que se tiene de Cristo a través de esa persona.
Guía 13: Oración con compromisos P.E.R. y G.E.R.
Esta oración es para grupos que tienen deseos de comprometerse con aspectos muy reales de su vida ordinaria: estudios, familia, relación con los pobres, etc.
Se inicia la oración de acuerdo a ese “saber comenzar” que ha ido descubriendo el grupo. Después se lee el capítulo noveno del libro de la Sabiduría, se hacen unas peticiones, para conocer la voluntad de Dios y se guarda un rato de silencio.
Enseguida cada miembro del grupo, manifiesta su situación actual respecto a cualquier aspecto de la vida que desea mejorar. Además, se compromete ante el grupo a hacer y cumplir un compromiso P.E.R., es decir, Personal (es él quien se compromete y no otra persona); Evaluable (algo que se puede comprobar) y Real (que se esté en capacidad de realizarlo). Todo el grupo está atento a cada compromiso y puede dar sugerencias, corregir, quitar o aumentar a la persona que se está responsabilizando, respecto a la posibilidad de realización del compromiso.
Una vez que cada componente del grupo haya clarificado su compromiso, lo escribe en dos papeletas. Una destinada al archivo para revisarlo según la periodicidad que determine el grupo. La otra papeleta puede servir para hacer el rito del compromiso que puede ser de la siguiente manera: Se guarda un rato de silencio, se lee la conversión de Zaqueo (Lucas 19, 1-10), haciendo caer en la cuenta de su compromiso P.E.R.; luego, cada persona en voz alta va leyendo su compromiso, lo quema, haciendo una petición a Dios para que le ayude a cumplir. Para finalizar la oración se canta el “Testigo” y se reza un Padre Nuestro. Se termina con la evaluación de la oración.
Si el compromiso no es a nivel individual sino grupal, se sigue el mismo proceso pero, se habla de un compromiso G.E.R., es decir, Grupal, Evaluable y Real.
Los compromisos se van cambiando de acuerdo a su cumplimiento, a nuevas necesidades del individuo o del grupo, nuevas respuestas.
Este tipo de oración grupal ha ayudado para que la oración esté orientada a la acción.
Guía 14: Oración con lápiz y papel.
Una vez hecha la ambientación que necesita toda la oración, se lee un pasaje bíblico que ha sido escogido de antemano, de acuerdo a las necesidades o proceso del grupo. Después de un breve silencio se hace de nuevo la misma lectura, versículo por versículo, dejando un silencio de unos tres minutos aproximadamente entre ellos. Cada participante escribe la respuesta de su conciencia, es decir, las impresiones que va experimentando al oír cada uno de los versículos.
Después de terminada la lectura, se repite de nuevo, pero en vez del silencio, cada uno de los asistentes lee en voz alta aquellas resonancias que tuvo su conciencia.
El animador puede observar si no hay necesidad de escribir. Esta sugerencia depende de la capacidad de participación que tenga el grupo. Finaliza la oración según la forma que vea más conveniente.
Guía 15: Oraciones leídas.
Hay innumerables libros y devocionarios que tienen profundas oraciones que el grupo puede usar. Por ejemplo, Los Salmos de Benjamín González Buelta S.J., Mi libro de oraciones, Oraciones para jóvenes de Anselm Grumn. Invocar al Padre, Al alba te buscaré de Carlo María Martini. Salmos de un corazón joven, Aromas de amor, Corazón en llamas, Salmos del Alba, de Mazariegos. Rezando Vamos, de Rodríguez Olaizola s.j. En camino con Dios, de Henry Lewis s.j. Oraciones para rezar por la calle, de Michel Quoist. Oración desnuda, de Juan Arias. Los Salmos, de Ernesto Cardenal; Salmos del Evangelio, de Pedro Trigo s.j.
También oraciones sueltas que impacten cuando se las lee. Por ejemplo, esta oración para descubrir al otro:
“Señor: enséñame a ver detrás de cada hombre un hermano. Alguien cuyo misterio se me esconde y que posee la misma profundidad o mayor que la mía.
Con sus sufrimientos y con sus alegrías…
Alguien que tiene a veces vergüenza de manifestarse tal cual es. Que no le guste mostrarse como es por timidez… o porque quizá se manifestó alguna vez y… fue lo mismo que nada.
Señor: hazme descubrir en cada rostro, en fondo de cada mirada, un hermano semejante a Ti y al mismo tiempo completamente distinto de los otros.
Quisiera, Señor, tratar a cada uno a su manera, como lo hiciste tú con la Samaritana, con Nicodemo… con Pedro…, como lo haces conmigo. Quisiera hoy mismo empezar a comprender a cada uno, en su mundo, con sus ideales, con sus virtudes y debilidades y también, por qué no, con sus chifladuras.
Ilumíname, también, para comprender a los que me dirigen, a los que tienen autoridad sobre mí. Que comprenda a aquellos a quienes estoy sujeto, de quienes en cierta medida dependo.
Ayúdame, Señor, a ver a todos como tú los ves. A valorarlos no sólo por su inteligencia, su fortuna, o sus talentos, sino por la capacidad de amor y entrega que hay en ellos.
¡Que en el otro te vea a ti, Señor!
Señor: que te vea detrás de cada rostro”.
Hay otras oraciones más cortas, que son decisivas para ciertos momentos de la vida grupal o individual. Por ejemplo:
“Señor: Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar aquellas que no puedo,
y sabiduría para reconocer la diferencia” (Alcohólicos Anónimos).
La oración “scout”
“Señor Jesús: Enseñadnos a ser generosos, a serviros como lo merecéis,
a dar con generosidad,
a combatir sin temor a las heridas, a trabajar sin buscar el descanso, a entregarnos sin esperar otra recompensa que la de saber
que hacemos vuestra santa voluntad. Así sea”.
La oración por la paz, atribuida a San Francisco de Asís, también es muy comprometedora:
Enseguida encontrarás unos modelos de oración cristiana. Están hechas en forma de guías para que, con tu creatividad, las complementes. Son modelos que sirven también para la oración comunitaria, guiada.
Vuelvo a repetirte mi consejo: no trates de leer estos ejercicios rápidamente. Escoge aquella guía que más te sirva para tu encuentro con el Señor, según tu estado de ánimo o aquella que se acomode a tu temperamento. Si ninguna de ellas te satisface, déjalas a un lado y sigue orando como tú creas que el Señor te inspira.
El P. Tonny de Mello, divide sus ejercicios en tres secciones. La primera, va orientada al ejercicio de los sentidos; la segunda, a la fantasía; y la tercera, a la oración devocional. Sus guías están enriquecidas por la sabiduría oriental, muy complementaria de nuestro modo de ser occidental.
Para no extender demasiado la explicación, te colocaré sólo el núcleo central de la oración. Tanto los pasos previos como las diversas formas de terminar y evaluar ya han sido suficientemente explicadas. Continuaré con la numeración establecida y no olvides que muchas oraciones pueden hacerse en forma escrita.
Guía 16: Sensaciones del cuerpo.
En las primeras “entregas” te decía que el “cuerpo” es un elemento indispensable para la oración. Muchas veces la tensión nerviosa es el mayor obstáculo para entrar en contacto con Dios. Este ejercicio proporciona relajamiento. Para hacerlo, debes sentarte cómodamente. Comienza a respirar de manera profunda, varias veces. Poco a poco vas sintiendo el contacto del vestido sobre tu cuerpo, la espalda sobre la silla, los pies que tocan tus zapatos.
No pienses en las sensaciones, sino siéntelas. Ponte en contacto contigo mismo. Visualiza tu cuerpo. Siente tu vida, tu energía… haz un acto de fe en que eres hijo de Dios, origen de tu vida. Entra dentro de tu propia casa con paciencia y tranquilidad, pues donde hay paz, ahí está el Señor, reina la paz. Repite este ejercicio una y otra vez. Puedes practicarlo a cualquier hora del día.
Guía 17: Respirar a Dios.
Percibe el paso del aire a través de la nariz. Siente el aire y la cualidad de la sensación: calor o frío. “Ve”, con tu imaginación, el área de la nariz en donde sientes el aire, su cantidad que pasa más por una ventana de la nariz que por la otra.
Piensa en que la atmósfera está cargada de la presencia de Dios. Se puede respirar a Dios como se respira el aire. Percibe esta sensación, a medida que se respira a Dios hacia adentro y hacia fuera. Paz, alegría, alabanza, adoración…
Expresa tu deseo de Dios, por medio de tu manera de expirar. Cuando aspiras el aire, expresa tus deseos de llenarte de Dios, de amor, de intimidad. Cuando expiras, siente la acción de gracias, la alabanza y la humildad, generosidad y amor hacia los demás.
Guía 18: Orar con los sonidos.
Se trata de que establezcas una relación con los sonidos. Los sonidos distraen, cuando se trata de rechazarlos o cuando se trata de huir de ellos. Pero, sabiéndolos percibir, pueden ser un medio excelente de oración.
Tápate los oídos con los pulgares y los ojos con las manos. Comienza escuchando el sonido de tu respiración. Después de diez respiraciones descansa las manos sobre el regazo y, con los ojos cerrados, trata de escuchar todos los sonidos tanto el más próximo como el más lejano. Cada sonido contiene docenas de sonidos dentro. Intenta recogerlos todos.
Y ahora, percibe el silencio que existe en el centro de cada sonido. Piensa que cada sonido está producido y sostenido por Dios Omnipotente. Escucha a Dios como “sonido”, como la tierna melodía del silencio. Descansa en Dios.
Guía 19: Orar con gestos corporales.
Los gestos corporales son un medio de comunicación muy significativo. En este ejercicio se trata de que ores a Dios con tu cuerpo, expresando, a través de él, todos tus sentimientos, actitudes, intenciones.
Por ejemplo: el ofrecimiento y la entrega se pueden expresar mirando hacia el cielo. Puedes levantar los brazos, voltear las palmas de las manos, juntarlas, significando adoración. Todo tu cuerpo se puede mover delicadamente como los pétalos de una flor que se abren.
El amor por la creación y el deseo de Dios pueden simbolizarse corporalmente teniendo los ojos fijos en el horizonte, luego levantar los brazos, abrir los dedos de las manos en señal de bienvenida. Saborear internamente el júbilo, la alabanza y la felicidad. Adorar a Dios.
Guía 20: Oración del momento feliz.
Después de hacer más consciente la presencia de Dios y de relajar el cuerpo, retírate con la imaginación a cualquier lugar en donde hayas sido feliz. Recoge todos los detalles de ese sitio: el sonido, olor, gusto, tacto, vista. Observa lo que sientes. Regresa a la situación presente. Ahora, ¿qué sientes? Observa el contraste. Trata de ir y venir a estos dos lugares. Esta oración puede serte útil en momentos de desánimo, de tristeza.
Guía 21: Oración en un paisaje.
Con tu imaginación trasládate a cualquier lugar que te sea propicio para hacer una oración: la playa, la cima de la montaña, la orilla de un río, una iglesia en silencio, una noche estrellada… Escucha los sonidos de ese sitio.
En ese contexto, puedes hacer tu oración.
Guía 22: Oración del Recuerdo.
Siguiendo las mismas indicaciones de la guía anterior, retírate con la imaginación, al sitio en donde hayas tenido intensas experiencias con Dios. Ve ese lugar, tan vivamente como te sea posible. Vuelve a vivir ese ambiente. Luego, regresa a la situación presente. Te trasladas de nuevo y regresas. Haz varias veces el mismo ejercicio. Piensa de qué manera estuvo Dios presente en esa situación.
Muchas experiencias positivas de la vida serán muy útiles para alimentar la oración. Sólo basta tener un poco de paz, de tranquilidad y deseo. En época de crisis es recomendable que mires la presencia de Dios en tu pasado, para que así adquiera sentido tu presente y no le tengas miedo al futuro.
Guía 23: Oración de un momento negativo.
Así como en la guía anterior te trasladabas, con tu imaginación, a las experiencias positivas, trata ahora de recordar aquellas que para ti han sido negativas o lo estén siendo en este momento. Recuerda el acontecimiento. Busca y encuentra la presencia de Dios en esa realidad o imagínate al Señor participando contigo en esa experiencia.
Trata de expresar toda esa amargura o dolor que sentiste. No importa que sea contra el mismo Dios. Desahógate en su presencia. Perdónate a ti mismo, perdona a los demás, siente que el amor de Dios va sanando todo recuerdo amargo, odio o temor. Perdona a los que algún mal te han hecho. Siente cómo la presencia de Dios te hace libre de cualquier atadura.
Mira a Cristo crucificado. Pídele participación en su sufrimiento. Ofrécele tu dolor y únete al de Cristo para que con Él sufras en tus miembros lo que le falta a la pasión de Cristo. Escucha al Señor que te dice: “Te basta mi gracia; mi fuerza actúa mejor donde hay debilidad”.
Agradece tus debilidades, porque allí reside la fuerza de Cristo. Cuando te sientas débil, siéntete fuerte.
Puedes también colocarte frente a Cristo en cruz, sin pronunciar palabras. Sólo comunicación, sin hablar. Sólo míralo y déjate mirar.
Repite varias veces este ejercicio, sin sentimientos negativos, hasta percibir la gracia de Dios que hará sentir la alegría y la gratitud, aún en las situaciones aparentemente negativas.
Guía 24: Oración – Diálogo.
Dispón todo tu ser para el diálogo, para el encuentro. Trae al Señor así como traes a tu presencia a una persona que amas. Pon una silla vacía enfrente tuyo y trae a Jesús a esa silla. Tómate el tiempo que necesites. No es un ejercicio de la imaginación sino del corazón. Háblale en voz baja, nárrale los acontecimientos del día o de la semana. Haz una pausa, trata de escuchar.
Puedes también leer el capítulo cuarto del Evangelio de Juan. Tú, personifica a la Samaritana, y deja que las palabras de Jesús sean repetidas en tu corazón.
Escucha lo que te dice: “Dame de beber”. El pozo es el de tu corazón. Sigue contemplando y saboreando todo ese diálogo.
Este ejercicio lo puedes hacer con otros pasajes extraordinarios, por ejemplo el encuentro con Zaqueo y Jesús (Lucas 19, 1-10), Jesús llama a los primeros discípulos (Juan 1, 35-51), Jesús y Nicodemo (Juan 3, 1-21), Jesús y María Magdalena después de la resurrección (Juan 20, 11-18), entre otros.
Guía 25: Oración con la naturaleza.
Este ejercicio es muy rico, tanto en su experiencia individual como grupal. Se trata de que te identifiques con alguna parte de la naturaleza. El manantial, una hoja, la nube, el sol, el árbol… Mira desde esa perspectiva a toda la naturaleza. Dialoga con todo lo que te rodea, conservando esa posible identidad. Introduce a Cristo en la escena. Dialoga con Él, dile lo que sientes, comunícale tus intenciones. Agradécele, pídele…
Guía 26: Oración de agonía.
Imagínate que estás enfrente a un doctor que te dice: “Tienes sólo dos meses de vida”. ¿Qué piensas hacer en este tiempo? ¿Con quién vas a hablar? ¿Adónde vas a ir?
Escribe tus sentimientos…
Ahora, siente tu cuerpo frío y rígido y observa cómo se va descomponiendo, hasta un poco de polvo. Compárate entre lo que eres con vida y ese montón de huesos.
Trasládate allá y regresa a tu cuerpo vivo. Invita a Cristo a este ejercicio. ¿Qué sientes? ¿Concluyes algo? Dialoga con Dios sobre lo que has sentido y percibido.
Guía 27: Oración para finalizar tu día.
Al finalizar el día puedes, con tu imaginación, repasar todo lo que aconteció. Como si vieras una película. Sólo observa, Sin aprobar ni condenar nada. Si hay distracciones, síguelas hasta llegar al origen de la distracción.
Puedes profundizar en el acontecimiento más importante. Observa cada gesto, palabra, mirada, reacción. Todo esto habla de ti. No analices, sino simplemente mira. Observa cómo Cristo se manifestó en esa escena.
Otra opción es mirar hacia adelante, hacia los posibles acontecimientos futuros, en lugar de mirar el día o la semana que termina.
Obsérvalos en la forma que desearías que fuesen. Piensa cómo te gustaría vivirlos, cómo vas a encontrar a Cristo y su acción en cada uno de esos acontecimientos futuros.
Guía 28: Oración del Dios encarnado.
Trata, con la ayuda de Dios, de contemplar a Cristo en las personas que te rodean. Observa que Él vino a ti, sin darse a conocer. Así como se hace presente en las especies del pan y del vino, también está en el hermano, en el pobre, en el amigo. Trata de percibirlo en forma humana. Por ejemplo, “Dios mío, has que para mí brille tu rostro en la vida del otro. Que pueda descubrirte en lo más íntimo, en lo más perfecto, en lo más profundo del alma de mis hermanos” (Teilhard de Chardin).
Guía 29: Oración palabras.
En esta tercera parte de ejercicios, se da importancia a las oraciones vocales, en donde tiene más importancia la pronunciación de la palabra o el canto de la misma que el significado de la misma palabra. Se ora con la boca, dejando a un lado la mente.
Por ejemplo, después de sosegar la mente, por medio de ejercicios relajantes, el orientador de la oración lee o canta algunas frases de la Sagrada Escritura. Después hace una larga pausa y continúa con otra frase.
Se puede también pronunciar el nombre de Jesús cada vez que expiras, con diferentes actitudes o sentimientos: adoración, amor, confianza, entrega, deseo, arrepentimiento. Escucha que Él también pronuncia tu nombre. Observa cómo lo hace, qué actitudes tiene. ¿Qué sientes? ¿Qué percibes?
Guía 30: Oración con palabras.
Siguiendo las mismas indicaciones del ejercicio anterior, puedes inventar nuevos nombres dedicados a Jesús, cada vez que expiras el aire de tus pulmones.
Los salmos son muy creativos en este aspecto. Le dicen a Dios: mi Roca, mi Escudo, mi Canción. Así, tú puedes decirle a Jesús. Jesús, mi vida; Jesús, mi gozo; Jesús, mi fortaleza; Jesús, mi amor.
Ahora imagínate a Cristo que inventa un nombre para ti.
Guía 31: Oración con la mirada.
Santa Teresa recomienda este método: “Mira que te mira”, es decir, ver a Dios que te mira. Ámalo, entrégate, deja que te ame.
Guía 32: Oración por el otro.
Este ejercicio quiere fomentar la oración de intercesión. Después de hacer los preparativos comunes para iniciar tu oración, imagínate a ti mismo, personificando a Jesús, es decir, viviendo en ti, aquellas palabras de Pablo: “No soy yo el que vive, Cristo es el que vive en mí”.
Imagínate a ti mismo inundado con su vida, luz y poder. Con tu imaginación coloca las manos sobre la cabeza de cada persona que tú amas. Pide con ese gesto que descienda el amor de Cristo sobre aquellos hermanos que necesitan de tu oración. Obsérvalos en su cambio y agradece a Cristo, quien sigue amando a sus hermanos.
Cuando te sientas cansado, regresa a la presencia fortalecedora de Cristo y descansa en ella por un momento.
Cuando estés “reabastecido” vuelve a la imposición de tus manos.
Haz lo mismo por cada persona encomendada a tu cuidado. También por tus “enemigos”, por aquéllos que no te gustan, por aquellos a quienes no gustas. El poder de Cristo pasa por tus manos a cada uno de ellos. Ora por las naciones enteras, por la Iglesia, por los gobernantes.
Deja la mente en blanco por un momento y permite que el Espíritu te sugiera personas o intenciones por las cuales debes orar. Déjate llevar por las inspiraciones del Espíritu que ora en ti.
Guía 33: Oraciones de la unción.
¿Sabías que el nombre de Jesús significa SALVADOR y que, además, cuando tú lo pronuncias haces presente en tu corazón a esa persona? Lo mismo que cuando amas a alguien, pronunciar su nombre la hace presente en tu corazón.
Cuando dices el nombre de JESÚS, la presencia que haces de Él en tu vida es más profunda que otra presencia. Es una presencia salvífica, pues, “en ningún otro se encuentra la salvación, ya que no se ha dado a los hombres sobre la tierra otro NOMBRE, por el cual podamos ser salvados” (Hechos 4, 12).
En tu oración cristiana puedes ir asimilando a Jesús, por medio de su nombre. Pronúncialo suavemente, deseando llenarte de su presencia.
Imagínate, cuando realizas esta oración, que te inundas de un aceite o de un perfume agradable o que corre como la sangre por tus venas. El Cantar de los Cantares dice: “Tu nombre es como un bálsamo fragante…” (1,3).
Enseguida, con tu imaginación, “úngete” con este nombre de Jesús, cada uno de los sentidos y facultades de tu cuerpo: ojos, oídos, labios, manos, pies… Memoria, entendimiento, voluntad, corazón. Ve las partes de tu cuerpo inundadas con la presencia del poder de Jesús.
Puedes también esparcir esta unción sobre cada una de las personas por las cuales quieres orar… sobre los enfermos. Ve a cada uno de ellos iluminarse con el poder de Jesús. Haz lo mismo con grupos humanos: la sociedad, la familia, una institución, una empresa, etc.
Guía 34: Oración de deseo.
Los grandes santos practicaron este ejercicio, entre ellos, San Ignacio, quien confiando en la gracia de Dios se llenaba de deseos santos, es decir, se ilusionaba por tener grandes virtudes. Una de sus frases, era ésta: “Santo Domingo, San Francisco, hicieron esto, yo debo hacer más”. En la vida de Santa Teresa leemos: “Procúrese a los principios andar con alegría y libertad… tener confianza… animarse a grandes cosas… quiere su Majestad ánimas animosas”. No es una competencia, sino un deseo de trabajar mejor por el Reino de los Cielos.
Observa las grandes proezas de los santos, de aquellos que han entregado su vida a Dios y a los hombres. Trata de apropiarte de sus virtudes, por medio de un deseo que es santo. Identifícate con esos personajes que han transformado la historia y el mundo, con su santidad.
También puedes concretizar los deseos para determinado día o semana. Mírate a ti mismo siendo y actuando hoy como te gustaría actuar y ser.
Guía 35: Oración Teocéntrica.
Este ejercicio tiene como objetivo el fomentar que Dios sea el centro de todo y así combatir el egocentrismo del hombre.
Para ello, haz una lista de todos los deseos y problemas que tengas.
Después, en un ambiente de oración cristiana, pídele a Dios que te dé fuerzas y te ilumine para que seas muy sincero. Pregúntate cómo estás satisfaciendo el mayor deseo y cómo estás resolviendo el mayor problema. En esa situación de satisfacer y de resolver un problema, siente cómo se está haciendo presente Dios.
Atención: lo importante del ejercicio es la exposición y no los resultados. Cuando estés exponiendo a Dios el problema, observa en paz los medios de solución. También considera la manera como estás satisfaciendo tus deseos. Qué te produce paz, tranquilidad, tensión o angustia. Experimenta cómo te sientes. Durante varios días, realiza este ejercicio y después sacas tus conclusiones acerca de lo que Dios quiere de ti.
Fíjate muy bien en aquellos pensamientos que te producen paz interna y cuáles te angustian.
Guía 36: Oración del cosmos.
Comienzas, como de costumbre en todos tus ejercicios haciendo varias respiraciones profundas, que te ayudarán a relajarte. Puedes, al comienzo, contar lentamente1,2,3 al inspirar; 1,2,3, al expirar, para que cojas el ritmo.
Luego de hacer más consciente la presencia de Dios, de purificar tu corazón, procura entrar en ti mismo por medio de la imaginación. Ve la oscuridad y el vacío de tu interior. Imagínate que allá, en lo más profundo de tu ser, detectas diminutas llamas de amor, apuntando en dirección a Dios o una fuente brotando agua hacia arriba o movimientos ciegos de amor. Coloca una palabra o una frase corta, para dar ritmo a ese impulso de amor. Por ejemplo: Mi Dios, Mi Dios y mi Todo. Jesús. ¡Padre! ¡Dios! ¡Amor!
Escoge una palabra y escúchala. Oye que crece, que resuena en partes diferentes en tu ser: en la cabeza, en el corazón…, hasta que todo tu ser resuene con esa palabra. Luego, percibe que todo tu cuarto se ha impregnado de esa melodía de tu palabra, luego tu casa, toda la ciudad, todo el mundo, todo el cosmos. Es un grito que ha nacido de las profundidades de tu ser y que se quiebra como el murmullo de las aguas, por todo el mundo.
Guía 37: Oración Cristo-Céntrica.
En este ejercicio se trata de escuchar el nombre de Jesús en toda la creación. Ella fue creada para Cristo.
Entonces, escucha con la imaginación, las olas del mar, los sonidos del río, la brisa entre los árboles, la “música” de las estrellas que se mueven en el firmamento. Oye en el silencio de la noche y percibe, en la profundidad de toda esta armonía cósmica, el nombre de Jesús. Escúchalo en el centro de los sonidos técnicos: motores, máquinas, carros. Ahí descubre el nombre de Jesús. Escucha la música instrumental, la gran coral, ahí resuena el nombre de Jesús. Oye el nombre de Jesús que resuena en tu corazón. Percibe con tu imaginación el universo entero gritando por él moviéndose hacia él…
Para finalizar la oración, el grupo puede cantar, de una manera muy suave, el canto del “Santo”. También puede rezar pausadamente la oración del “Gloria a Dios en el cielo…
APÉNDICE
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