Capilla de las Facultades Eclesiásticas de la Universidad Javeriana de Bogotá – Colombia
En aquella capilla comenzó todo…
Uno de los aspectos que más me impacta de la literatura antigua es la costumbre que tenían los escritores de atribuir sus obras a un personaje importante; ellos se perdían en el anonimato, comprendían que eran hijos de la historia de su pueblo y evitaban individualizarla. Me identifico con esa actitud. La persona que quiero resaltar es al Espíritu de Cristo Resucitado encarnado en las personas que hicieron posible esta propuesta.
Cuando en 1972, iniciaba la elaboración de un trabajo académico, requisito para obtener el Magister en Espiritualidad, en la Universidad Javeriana de Bogotá, un sábado, a eso de las 11.30 a.m. entré a la capilla del tercer piso para hacer una visita al Santísimo. Estaba en penumbra y observé que en la primera fila había una niña rezando. Daba la impresión que estaba llorando y su expresión corporal era de angustia. El escenario era extraño; me resultaba incomprensible que una persona de esa edad estuviera en el edificio de una facultad de teología y rezando de esa manera.
Yo me encontraba en la última banca; esperé que saliera; la saludé, y al presentarme le pregunté qué hacía. Me contestó, un poco nerviosa, que cumplía la promesa de venir todos los días a rezar porque tenía una necesidad especial. Le conté que yo estaba haciendo un trabajo sobre cómo enseñar a orar a los jóvenes y le pedí ayuda.
Al poco tiempo iniciamos el proceso. Nydia Arévalo Pardo, es su nombre, tenía 12 años. Una vez que la madre le dio autorización, nos reunimos y le expliqué la propuesta pidiéndole el favor de preguntarme si al leer las explicaciones sobre la oración, algo no le quedaba claro. Cuando me hacía alguna pregunta, era evidente que yo debía cambiar la redacción. Lo conversaba con mi tutor, el P. Darío Restrepo, S.J., quien estuvo muy atento a este requerimiento. Siempre estaré agradecido por su comprensión y ayuda.
Poco a poco fui elaborando unas cartillas que las llamé Entregas, por la forma como las iba facilitando. Me demoré un par de años, creando 11 guías acerca de cómo enseñar a orar. Al finalizar, vi la necesidad de darle mucha importancia a quien iba a promoverlas; de él dependía el objetivo que se quería alcanzar. El secreto consistía en proporcionarlas paulatinamente con el fin de establecer un ritmo diario de oración.
Para aquellas personas que se sientan llamadas a promover la oración, les sugiero que conserven esta política, porque además de crear expectativa, abre espacios para los encuentros periódicos con el que hoy llamamos el Acompañante Espiritual.
Al trabajo lo titulé “El Arte de Orar”, inspirado en el título del libro de moda en aquella década, “El Arte de Amar” de Erich Fromm.
Con mucha admiración y asombro me di cuenta que la propuesta tuvo acogida no solo en Colombia, sino también en otros países de habla hispana donde las fueron publicando, incluyendo una traducción al portugués.
Pueden ver la imagen de Nydia, siendo ya adolescente y las carátulas de las cinco ediciones de “El Arte de Orar”. Años más tarde ella hizo en dos ocasiones los Ejercicios Espirituales Personalizados (E.E.P.), durante nueve días en silencio, al estilo del Maestro Ignacio de Loyola y después de una preparación adecuada fue Acompañante. Tuve la gracia de presidir su matrimonio. Tienen dos hijos.
No me cabe duda de que el verdadero autor de “El Arte de Orar” es aquel Dios, el revelado en Jesús, a quien suelo denominar “El Triple A.A.A.”, es decir, el Autor, Actor y Acompañante que, con el paso de los años, siguió manifestando su voluntad de promover la Espiritualidad Ignaciana, propia para momentos de confusión y desorden que vivimos, parecido, en algunos aspectos, al siglo XVI.
Como el tiempo de Dios no es nuestro tiempo, aquella niña, que hoy tiene más de 50 años vivía en Miami; se estaba formando para ser voluntaria en el apostolado de visitas a las prisiones y trabajaba en un refugio para jóvenes. Una de ellas se interesó en aprender a orar. Nydia se acordó de las indicaciones que recibió cuando era pequeña. Me solicitó los folletos de “El Arte de Orar”. Le dije ¡¡IMPOSIBLE!!… Le informé acerca de los últimos avances teológicos; además carecía de tiempo, estaba muy ocupado en una misión más administrativa.
Sin embargo, Dios, que es capaz de hacer maravillas en medio de nuestras debilidades humanas, me concedió el tiempo necesario para cumplir con la misión de actualizar y mejorar las Entregas. Estuve incapacitado durante varios meses, por enfermedad. Se hizo realidad aquel sabio refrán que dice, “No hay mal que por bien no venga”, o uno más fuerte, “Lo maldito, en Cristo se vuelve bendito” y San Pablo afirma “Todo contribuye al bien de los que aman a Dios” (Romanos 8,28).
Otro acontecimiento importante que me inspiró a mejorar la VI Edición de “El Arte de Orar” fue el discernimiento que hicimos los jesuitas de todo el mundo, para elegir cuáles serían las Preferencias Apostólicas en los próximos diez años, 2019-2029.
Luego de varios meses de oración y consulta, el Superior General, P. Arturo Sosa, S.J., con la aprobación del Papa Francisco, las hizo conocer a la Universal Compañía. Ellas son:
El Papa al aprobarlas nos dice, “… las cuatro preferencias escogidas, están en sintonía con las actuales prioridades apostólicas de la Iglesia expresadas a través del magisterio ordinario del Papa, de los Sínodos y de las Conferencias Episcopales, sobre todo a partir de la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” (La Alegría del Evangelio).
“La primera preferencia es capital porque supone como condición de base el trato del jesuita con el Señor, la vida personal y comunitaria de oración y discernimiento. Te encomiendo que, en tu servicio de Superior General insistas sobre esto. Sin esta actitud orante lo otro no funciona” (Carta del Papa Francisco al Superior General, P. Arturo Sosa, S.J., Vaticano, 6 de febrero de 2019).
En el año 1978 sucedió otro hecho muy significativo relacionado con nuestro propósito de actualizar la primera propuesta de “El Arte de Orar”.
El P. Pedro Arrupe, S.J., siendo Superior General, promovía un cambio en uno de los apostolados de la Compañía de Jesús, las Congregaciones Marianas.
Invitó a Roma a jesuitas y laicos con el fin de hacer los Ejercicios de San Ignacio de Loyola en forma personalizada. Fuimos alrededor de 50 personas de todo el mundo; de Colombia asistimos el P. Fernando Mendoza, S.J. y mi persona.
Después de una preparación psicológica durante una semana y una explicación de la secuencia Ignaciana con el P. Tony de Mello, S.J., iniciamos la experiencia de los Ejercicios Espirituales muy diferente a la forma como había realizado en mis 13 años de vida religiosa.
La novedad consistió en que cada uno tenía un Acompañante quien después de escuchar nuestros discernimientos, una vez en la mañana y otra en la tarde, nos hacía los reflejos e indicaba el siguiente paso. No había conferencias ni presencia de un director que marcaba el ritmo del proceso espiritual de todo el grupo. Recuerdo que, durante los diez días, permanecí en un solo tema. Me di cuenta que no había asimilado como era debido, lo que para San Ignacio es tan importante: el Propósito de mi vida, conocido como “El Principio y Fundamento”, síntesis de toda su espiritualidad.
Algo insólito para aquel tiempo, fue aceptar que una mujer, de habla alemana, era Acompañante de jesuitas y laicos. También creía yo que una de las finalidades de los Ejercicios Espirituales era la confesión, olvidándome que San Ignacio, recomienda hacerlo antes de la experiencia precisamente para darle importancia al discernimiento.
Fue tan impactante la experiencia que cuando regresé a Colombia tuve el deseo de implementarlos y se presentó la ocasión en el año 1981 con un grupo de líderes campesinos en Buga, Valle del Cauca. Más tarde se abrió la invitación a nuestros colegios, promovida por los respectivos Rectores y Directores de Pastoral con unos resultados maravillosos.
Por ejemplo, en 1999 estuvimos en una casa de ejercicios 95 personas, incluyendo a los 13 Acompañantes. Simultáneamente los realizamos en cuatro sitios de la Provincia. La mayoría eran nuestros profesores y Padres de Familia. En estos 39 años hemos atendido a 132 grupos, con un promedio de 25 personas por grupo y cada una con su Acompañante.
Podemos contemplar cómo la gracia del Señor se ha hecho presente en mis hermanos jesuitas que han apoyado la experiencia, en los laicos, religiosos(as), en algunos padres de familia y especialmente en los profesores de los cuatro colegios que tuve oportunidad de dirigir.
El deseo de esta nueva propuesta, es presentar algo práctico, pedagógico, sencillo sin quitarle la profundidad, con el fin de promover la Espiritualidad Ignaciana, Primera Preferencia Apostólica de los jesuitas en todo el mundo.
Las Entregas que hemos actualizado servirán de preparación para quienes quieran realizar los Ejercicios Espirituales Personalizados (E.E.P.) o aquellos que hemos denominado Ejercicios Espirituales “ON LINE” (EEonline). Pueden seguirlos en nuestro blog www.diosconsentido.com
Para esta edición, un agradecimiento muy especial a mi hermano de comunidad el P. Hernando Muñoz, S.J.; a la hermana Amanda Valdés, Calasancia; a Nydia Arévalo y a María Teresa Moncada, por sus sugerencias y aportes al enriquecimiento y a la corrección y presentación del texto, y a mi secretaria Andrea María Rojas. En todos ellos ha estado la Sabiduría del Señor Jesús, verdadero Actor, Autor y Acompañante.
Pongo en tus manos la Sexta Edición con un nuevo nombre: “El arte de orar, amar y servir, al estilo de Jesús”. Todo, para “La Mayor Gloria de Dios y el bien de las almas”, lema de mi madre, La Compañía de Jesús.