Centro Ignaciano de Reflexión y Espiritualidad
Cuando oramos, el Espíritu a menudo saca a la luz cosas que quizás no hayamos notado antes. Esto es semejante a la luz del sol que en el amanecer da una luminosidad que cambia y hace ver las cosas de otra forma a lo largo del día…, como San Ignacio, vienen experiencias que iluminan todo y hacen ver la realidad de una manera nueva. En su Autobiografía 30, Ignacio habla de una visión que tuvo junto al río Cardoner en España:
“…y el camino va junto al río; y yendo así en sus devociones, se sentó un poco con la cara hacia el río, el cual iba hondo. Y estando allí sentado se le empezaron abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas. Y no se puede declarar los particulares que entendió entonces, aunque fueron muchos, sino que recibió una grande claridad en el entendimiento; de manera que en todo el discurso de su vida, hasta pasados sesenta y dos años, coligiendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas ha sabido, aunque las ayunte todas en uno, no le parece haber alcanzado tanto, como de aquella vez sola. Y esto fue en tanta manera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parecía como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto, que tenía antes”.
Esta experiencia culmen para Ignacio, generó un punto central de su vida y se refiere a ella como experiencia fundante y revitalizadora de su existencia. Allí se iluminó su inteligencia y su vida toda quedó bajo una nueva luz. A orillas del río Cardoner, a Ignacio, se le concedió la gracia de ver todas las cosas nuevas en Cristo. Esta experiencia fue tan luminosa que Ignacio simplemente no pudo contenerla. Durante su vida, y continuando hasta el día de hoy a través de los Ejercicios Espirituales.
De la experiencia del río Cardoner, vivida por Ignacio, podemos ver todas las cosas nuevas en Cristo… para ello…
Ponerse en camino. Más allá del ajetreo y bullicio de la vida diaria y tomar un tiempo para estar disponible a Dios dondequiera que encuentres el lugar y tiempo para este dejar fluir el río de la vida…
Entrar en sintonía… como el ver la hondura del río… y decir: Jesús, aquí estoy. Confío en ti. Ilumina los ojos de mi corazón. Ayúdame, como ayudaste a Ignacio, a ver todas las cosas de nuevo. Permíteme sentir tu mirada amorosa sobre mí y aceptar tu amor. Dame la libertad de saber en lo más profundo de mi ser que tu amor por mí es tan grande que nada podrá jamás separarme de ti. Crece en mí la paz, el amor y la alegría de tu Espíritu, la Luz que me permitirá verte en todas las personas y en todas las cosas y darte cada vez más gloria con mi vida.
Mirar en lo profundo. Tener cierto tiempo para profundizar en la oración usando la Palabra de Dios. Las historias de la vida de Jesús a través de la contemplación ignaciana.
Paciencia y Espera. Ignacio había soportado meses de convalecencia después del impacto de la bala de cañón y un arduo viaje a Montserrat. Pasó meses rezando en la cueva de Manresa antes de ese momento en el río. Y señaló que solo tuvo una experiencia como la visión de Cardoner en toda su vida. Sé paciente. El Espíritu muchas veces obra imperceptiblemente en la quietud del corazón y, con el tiempo, puedes notar momentos de iluminación en facetas de tu vida. Algunas características de esto pueden ser la paz, el amor o la alegría recién descubiertos.
Si quieres y encuentras… ayuda a otros desde tu experiencia a encontrar a Dios en todas las cosas y deja que otros acompañen también tu experiencia de Dios por medio del coloquio o diálogo espiritual.
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Magdalena (viernes, 05 agosto 2022 22:16)
Un texto interesante que nos hace pensar en que momentos me encontré con la novedad de Dios que transformó mi vida. Igual que San Ignacio, Santa Teresa de Jesús o cualquier santo nos ilustra y lleva a empatizar con ellos en este camino y amistad con Dios.