Centro Ignaciano de Reflexión y Espiritualidad
Los Ejercicios Espirituales son un camino o método, así como una praxis o experiencia del encuentro de la creatura con el creador… puesto que todo se expone (mirarse como en un espejo) ante quien hace los ejercicios y delante de Dios.
Los EE. EE. son para favorecer, impulsar, profundizar, consolidar la fe, la esperanza y el amor. Son para ser más y mejores cristianos. Son para vivir de manera más consciente, responsable, plena, amorosa y libre nuestra identidad cristiana. Los EE. EE. son un instrumento para centrar nuestra vida en Dios, de liberarnos de todo aquello que nos impide vivir lo más plena y felizmente posible. San Ignacio lo dice así: “Ejercicios Espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afección alguna que desordenada sea” (EE. EE. 21)
Los EE EE. se dirigen a la sensibilidad para sintonizar como última dimensión donde se construye la libertad y la persona. Van dirigidos a evangelizar la sensibilidad. Y esto no es fruto de la mucha información. Hoy hay una neurosis informativa que coincide con una superficialidad alarmante. A mayor información no se sigue mayor personalización, o mayor evangelización de la sensibilidad. Esta depende del “sentir y gustar internamente” (EE. EE. 2) ... tenemos la experiencia de que cada vez son menos cosas las que mueven, pero más profundamente.
Este camino vivo pasa por mirar la vida, reconocer la necesidad e importancia de cambio y mejoramiento, y de una manera más fuerte el conocer amar y seguir a Jesucristo, para que con este aprendizaje se adquiera una manera muy propia de ver, oir, mirar, sentir, contextualizar, comprender, asimilar…
Ignacio por medio de los EE. EE. invita a mirar el mundo con la mirada de Dios. Es una mirada universal; una mirada sensible al dolor y al sufrimiento y, por ello, generadora de misericordia; una mirada capaz de descubrir los signos de esperanza que, muchas veces sin brillo, existen en nuestras vidas y en nuestro mundo. Ser “contemplativos en la acción” implica aprender a mirar el fondo de las cosas, sin quedarnos en las apariencias o en la superficie. Es hacer frente a la vida tal y como es, con sus éxitos y derrotas.
La meta de la espiritualidad ignaciana es la de ser “contemplativos en la acción”. El instrumento mejor para conseguirlo es el examen, tan propio de cada ejercicio de oración, así como de la vida del día y por supuesto la mirada a cualidades que se cultivan o a un defecto que se combate. La experiencia de cómo ha estado Dios en nuestra vida nos hace más expertos para descubrir a Dios actuando en y con nosotros. Hacer memoria de lo acontecido para que crezca la capacidad de percibir el acontecer futuro de Dios en nuestra vida.
Ser personas contemplativas en la acción es mirar el mundo de manera comprometida y con cariño. Es generar a nuestro alrededor espacios de respiro y de esperanza. Tú, nosotros, todos, estamos necesitados de una mirada que no nos condene, de un abrazo que no nos juzgue, de un hombro en el cual recibir apoyo. Ignacio siente que todo esto ocurre en medio de la realidad más profana de la vida cotidiana y profesional, en el campo de la educación, los negocios, la política o la acción social.
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