Las heridas: curan, sanan, transforman, deciden

Centro Ignaciano de Reflexión y Espiritualidad


 

Mayo de 1521… vientos de guerra y conquista campean en las tierras Navarras y todo es expectativa en torno a lo que pueda pasar… movimientos de soldados, los dimes y diretes de la gente, el temor, la inquietud, la pregunta. Llegó el 21 de Mayo la hora de la refriega y la revuelta, de la suspicacia y la valentía, de la estrategia y la táctica… pero nadie sabe lo que puede pasar. En medio de este contexto en una batalla desigual Ignacio de Loyola es alcanzado por una bombarda de piedra que le quiebra sus piernas, pero no doblega sus deseos… le hace sentir su fragilidad, pero no encorva sus aspiraciones… le impide valerse por sí mismo, mas no le somete en su yo…

 

Mal herido y casi a la deriva, esta postrado en tierra el soldado desgarrado y vano. Sometido al dolor y a la ayuda de otros, contra su propia voluntad, espera recuperarse para seguir sus andanzas y conquistas. Largos tiempos de convalecencia le esperan, someterse a cirugías para recuperar algo de su hidalguía y presencia que ha sido destrozada por el afeamiento de una de sus piernas.

 

En su ambiente familiar en la casa torre de Loyola, Ignacio está tratando de encontrar nuevamente la salud. Está herido en su ego, lastimado en su cuerpo; así mismo con muchas ideas, ensueños y aspiraciones en su mente, con distintos sentimientos y deseos encontrados… todo un volcán en ebullición; sin embargo, algo nuevo está naciendo en la transformación de su mirada, de su ser, de su forma de cuidar y de su forma de vivir a la cual llamamos conversión. Dicho proceso ocurrió entre mayo de 1521 y febrero de 1523 desde Loyola a Manresa.

 

En la vida de Ignacio, esta herida fue la grieta que Dios permitió que se abriera en su cuerpo para conducirlo hacia la región interior de sí mismo. Ignacio a partir de la herida de cañón en sus piernas, se vio obligado a un detenerse para “cuidar y recuperar”, entrar a fondo en muchos aspectos de su vida. En Loyola durante once meses, todo parece estar estancado: su ambición profesional, su vida social, sus sueños de caballero. Allí, postrado, entra en un proceso de darse cuenta de sí mismo, como siente y piensa, que quiere y desea, ahora está en búsqueda del sentido de su vida y encuentro con la propia consciencia. Hay un descubrir de los principios que sostienen las raíces de su ser, una iluminación en torno a la vida de la gracia; un despertar hacia la bondad del corazón y el aborrecimiento del pecado, aquello que causa las más graves heridas en los seres humanos.

 

En su convalecencia la lectura de la Vida de Cristo y los libros de los santos, dieron a su vida un giro total. Las lecturas de los nuevos libros le hicieron confrontarse con los otros libros de caballería, leídos y conocidos durante su estancia en Arévalo… el contraste de sentimientos e ideas, así como de sueños y aspiraciones hicieron que su vida nunca más fuera igual. Al principio de su conversión, seguía manifestando conductas agresivas (muy duro consigo mismo, penitente de sus pecados, muy metido en su ego) que iban en contra del espíritu de mansedumbre de Cristo. Sin embargo, la novedad de Cristo le hace sentir que puede vivir, amar, ser de otra manera.

 

Ignacio poco a poco, empieza a valerse por sí mismo y pasa a ser andariego del mundo, pero no a su manera, sino desde el Evangelio, y al ponerse en camino fue educado, sanado e instruido por el amor de Dios. La lenta maduración del tiempo para sanar su cuerpo, pacificar su corazón, asumir y entender su historia, crecer en la amistad con Dios, y después pasados los años, sale al mundo para ayudar a sanar a otros. Aprendió en sí mismo y en medio del mundo a estar allí presente para acompañar caminos, abrir horizontes.

 

Un año hace que el caminar con el maestro y Padre, hemos querido ahondar en el camino de ser hombres y mujeres para los demás… reanimar la vida de la fe y crecer en el deseo de amar y servir… simplemente es todo un reto por asumir y tarea por vivir… para ser contemplativos en la acción, buscar y hallar, querer y desear, amar y servir…

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