Centro Ignaciano de Reflexión y Espiritualidad
Se trata de cultivo, por tanto, es asunto de proceso y espera, para que se pueda mantener una sensibilidad humana profunda que desarrolle la empatía y la capacidad para elegir lo mejor; encontrar la salida de la perspectiva espontáneamente egocéntrica con la que nos situamos ante las personas y ante toda la realidad; así como la búsqueda de una forma de vida reconciliada, compasiva y solidaria. Estas búsquedas generan coincidencias: ¡qué difícil es intentar vivir con sentido de humanidad profunda! Entre otras cosas porque requiere tiempo y eso es, precisamente, lo que no tenemos.
No sólo estar ocupado, también estar preocupado se ha convertido en un símbolo de nuestra sociedad. Mientras estamos ocupados y preocupados por muchas cosas, rara vez nos sentimos verdaderamente satisfechos o en paz con nosotros mismos.
La espiritualidad ignaciana es un camino para mirar la vida de una manera nueva, agradecida, con ojos compasivos y comprometidos, con dosis de humor, de sentido común, de apoyo en los demás, de una lectura sabia de nuestro pasado para no tomarnos trágicamente el presente y vivir inspirando futuros. Esa es, en definitiva, la mirada de Jesús de Nazaret.
El agradecimiento. Una actitud clave de la espiritualidad ignaciana. Ignacio invita constantemente a “dar gracias por todos los bienes recibidos”.
Si, al final del día, te detienes unos minutos para ver cómo ha ido la jornada, podrás ir descubriendo la cantidad de regalos que recibes: saludos, sonrisas, encuentros, abrazos, llamadas, comidas, la posibilidad de caminar, de respirar… En esto consiste el “examen ignaciano”. Ignacio nos invita a recorrer, en la propia vida, lo que hay de milagro y de fiesta, a saber gozar de las pequeñas bendiciones que marcan nuestros días, sin darlas por sentado ni asumirlas como un derecho incuestionable.
El ayudar. Otra actitud ignaciana. Lo que mueve a Ignacio y a la Compañía de Jesús es “ayudar a las almas”, “ayudar a los demás” diríamos hoy. Para Ignacio, el “ayudar” se convierte en el horizonte y la clave de integración en la vida.
La vida tiene que ver con ir trenzando y construyendo una red de vidas alrededor. Tiene que ver con ir aprendiendo a compartir historias, proyectos, parte del camino. Tiene que ver con aprender a descifrar los anhelos y sueños de los demás, descubrir la diversidad y la posibilidad de comunicación entre nosotros. En buena medida, nos toca descubrir que no estamos solos.
Desde la vida de Jesús...
Lc 10, 38-42: “Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas, cuando sólo una es necesaria”.
Mt 6, 25-34: “No se preocupen por el día de mañana… a cada día le bastan sus problemas”.Mt 25, 14-30: “Inmediatamente, el que había recibido cinco talentos se puso enseguida a trabajar con ellos…”.
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