Señales de cambio

Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios


 

 

Las realidades de transformación en Ignacio de Loyola son una serie de experiencias internas y externas que hacen nuevas las expresiones de los compromisos de vida.

 

El cambio en su nombre, una nueva identidad de su ser, un protagonismo del deseo profundo que arde en su interior, una roca ardiente para ser un fuego que enciende otros fuegos.

 

Ignacio dejó a los pies de la Virgen de Montserrat su espada. Con ella, quedaron allí sus antiguas armas de guerra, sus defensas, los símbolos de la vida que dejaba atrás para vestirse como un nuevo peregrino por Cristo. Busquemos una expresión concreta de la conversión a la que estamos siendo llamados.

 

El cambio de vestidos, porque iba vestido todavía en Monserrate cual caballero, pero esa no era la ropa exterior pretendida por Ignacio. Queriendo vestirse de la vestidura y librea de Cristo, nuestro Señor, opta por vestir un estilo pobre de una especie de sotana de tela gruesa y burda –el hombre del saco–. Ignacio, ya visitado por Jesús, se ha ido despojando. Ahí, en medio de la noche, desnuda el corazón, toma contacto con los deseos más hondos. Ignacio encuentra que su riqueza es Cristo, que su nuevo vestido es símbolo de todo lo transformado interiormente.

 

Ignacio no vivió en la Cueva de Manresa, allí rezaba, fue su espacio de sinceridad absoluta con Dios. Aquel lugar fue su Getsemaní y su Tabor. En la Cueva se dio el paso de la sombra a la luz en su entender de las cosas de Dios y allí comenzó a escribir los Ejercicios Espirituales. La conversión de Ignacio que es un proceso largo desde Pamplona y Loyola, se ahondó y abrió el camino para otros desde una cueva en Manresa.

 

Durante su estadía en Manresa, es de observar los estados de ánimo: el primero de paz, “viviendo en un mesmo estado interior con grande igualdad y alegría”; el segundo, de escrúpulos y luchas interiores; el tercero, de grandes ilustraciones y dones de Dios. Tres facetas se destacan en su personalidad: mendigo, asceta y contemplativo. Como mendigo, limosnero, en plena y libre marginación. Como asceta, arrepentido de sus culpas, penitente émulo de los eremitas antiguos, castigador de su sensualidad, pecador compungido. Como contemplativo, visitado con grandes ilustraciones de Dios y regalos interiores. Desprecio del mundo y deseos del seguimiento de Cristo.

 

La Ilustración del Cardoner fue para Ignacio una apertura luminosa que le sacó de la cueva y le llevó a entender las cosas de Dios. La conversión implica una nueva relación con el Resucitado. En las palabras de Jesús, en los encuentros después de la Resurrección podemos encontrar una confirmación a nuestros discernimientos y deseos de acción en la vida espiritual, social y eclesial.

 

El secreto que ha traído guardado desde Loyola… Ignacio no se conforma con leer, quiere profundizar. Lee, reflexiona y resume para sintetizar, conociendo internamente y gustando su lectura. Dialoga consigo mismo y con Dios: “Parte del tiempo gastaba en escribir, parte en la oración”; un ver, juzgar y prepararse para actuar “a lo divino” por el camino más corto que lleva a Cristo: “la contemplación en la acción”.

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Comentarios: 1
  • #1

    Pedro Nel (martes, 09 noviembre 2021 20:53)

    Que bello contacto con aquel que vivió la contemplación y la acción llevado por un gran amor a Jesucristo, yo a Él, lo adoro!