Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios
Ignacio a su casa de Loyola llegó derrotado, desvencijado de sus grandezas, despojado de sus logros, pero no aniquilado en sus sueños de grandeza. ¿No se gesta ahora en la convalecencia el largo y profundo camino de conversión? Quizá al ser llevado dio pasos de gigante en comparación con otros momentos en que la batuta la llevaba él.
Ignacio ha comenzado a conocer la persona de Jesús, a entrar un poco más en su interior con respecto a sí mismo, a sentir y gustar las diferencias que se dan en su interior con respecto a los movimientos espirituales que experimenta y a ir tomando consciencia de la variedad de agitaciones, comenzando a intuir la variedad de espíritus y movimientos interiores… todo un largo proceso desde la convalecencia en la casa de Loyola y en el comienzo de la estadía en Manresa.
El tiempo de sus luchas y movimientos, agitaciones por consolaciones y desolaciones están presentes, por eso el peregrino “espantado” de esta situación, conociendo que es lo que viene de Dios y qué es tentación del mal espíritu exclama: ¿qué nueva vida es esta que agora comenzamos? Lucha interior de claridad con respecto a Dios y de lucha y combate frente al mal. Con una grave dificultad que no encuentra acompañante espiritual o alguien que le oriente claramente en el camino.
Ignacio se ha puesto con rumbo a la tierra del Señor Jesús, para seguir a Jesucristo. Es un desafío salir de lo conocido sin saber qué puertos esperan en el futuro. La seguridad de lo conocido del Señor, el modo como se ha ido dejando conducir y el interés por ser leal a la amistad alcanzada. Ignacio intuía aquello de ser dócil y abierto a la voluntad de Dios y años más tarde confirma en su diario "¿Dónde me queréis, Señor, llevar?... ¿dónde voy? Siguiéndoos, mi Señor, no me podré perder." (Diario espiritual 114) ¿Hacia dónde? No lo sé. Ahora bien, confiado en que siguiendo al Señor no se pierde. Nuevas opciones, decisiones, búsquedas, intereses, realidades para acertar lo que Dios quiere.
Jerónimo Nadal, conocedor de Ignacio y muy influyente en la naciente Compañía hace esta afirmación, que confirma aquella intuición de la nueva vida, siempre en búsqueda y en apertura al Señor "Ignacio seguía al Espíritu, no se le adelantaba. De ese modo era conducido con suavidad a donde no sabía. Poco a poco se le abría el camino y lo iba recorriendo. Sabiamente ignorante puesto sencillamente su corazón en Cristo”.
Nuestro caminar está repleto de nombres, historia, lugares, experiencias sin los que cada paso sería muy distinto... Personas que nos cuidan y nos miran con ternura, nos interpelan con su situación de vida, historias que nos cuestionan en lo que vivimos o animan a seguir el camino; lugares que interrogan por la presencia de Dios o muestran el camino hacia Dios; experiencias que colocan cara a cara frente a una decisión o alternativa… y en todo sabiendo que está presente la acción del Espíritu...
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