Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios
La sorpresa que tiene Jesús al ver cómo son gente sencilla, poco ilustrada, sin mucho templo, ni rezos los que entienden y viven la propuesta del Reino, hace que el mismo Señor exprese: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido bien» (Mt 11, 25-26).
Para muchos creyentes la oración forma parte importante y dicen que es impronta de su ser…. Cuentan para ello con el respaldo de todo un proceso de cursos, talleres, retiros de oración, para entender que el sentir y gustar el ser de creaturas es lo fundamental. La comunión con la vida, que es parte para muchos, del sentido común –que se ha perdido más de la cuenta– conduce a que no hay que complicar más la vida, ni atafagar de compromisos o llenar la agenda de posibilidades o tener muchas ventanas que ver en internet…
La oración no es principalmente una práctica, un rezo, una meditación, un tiempo que dedico a contemplar tal pasaje o a leer tal texto. La oración es fundamentalmente una actitud. Por eso puedo orar cantando o tocando la guitarra; puedo orar con la respiración o con el cuerpo; puedo orar con palabras o sin ellas. Orar es todo lo que haga de forma consciente y libre en implorada presencia de Dios… Con oración, recuperamos nuestro justo lugar de criatura.
Orar es hacer cualquier cosa… sabiéndome bajo la atenta mirada de Dios.
Ignacio tiene una sugerencia en sus Ejercicios Espirituales que nos pone a pensar. Solo podemos seguir aquello que amamos. Y solo amamos lo que conocemos. Pues bien, no hay que dudar. Si queremos seguir a Jesús y dar un espacio importante en nuestra vida a la fe, hay que cuidar la oración. Es el mejor método que conozco para conocer y amar a Jesús, el de Nazaret. Estar un rato al día con Él, dando espacio al silencio, al diálogo con la Palabra, a Dios.
Cuando hablamos de cuidar la oración, estamos tratando de poner en juego: deseos, atención, agilidad, amor… en la ejecución del encuentro. No hay que complicarse la vida con grandes teorías sobre la oración. No es algo irrealizable y complejo. Es algo sencillo. Se trata de un encuentro, no como si uno se mirara a un espejo y solo viera su propio rostro. La oración es situarte delante de un amigo. ¿Y qué haces? Conversas comunicando tus cosas, lo de cada día y, como queriendo consejo en ellas, te dejas tocar por la Palabra que puede llegarte en una imagen, en un texto bíblico o en el simple silencio habitado por Dios.
La oración brinda pistas para comprender lo inesperado, asumir lo definitivo y apasionante de la relación con Dios en este mundo. En las profundidades del asombro, en la brillantez del pleno día, en las perforaciones de la cotidianidad, en el contacto con los sentidos… trabaja, se mueve constantemente el Espíritu de Dios haciendo nuevas todas las cosas desde dentro, desde una llamada a la libertad...
Contemplar, recordar, saborear, deleitar y luego regresar, refrescados, al mundo en toda su complejidad… Todas las cosas estaban aquí y ahora frente a nosotros –ojalá como espectador me haga presente–, porque imbuirse de ellas, sentir y gustar, buscar y hallar, querer y desear a «Dios que estaba ahí y yo no lo sabía» (Gen 28,16) es asunto de sencillez y frescura.
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Anna-Maria Pijuàn (viernes, 08 octubre 2021 15:27)
Un comentario muy efectivo.
Oración y sentirse cómodo y feliz