Un poco de silencio

Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios


 

Vivimos inmersos en una sociedad del todo ya, de la inmediatez, en todas partes hay movimiento, imágenes, ruidos, y ya no se sabe a qué prestar atención. Es el ambiente influyente del exterior, que se apodera subrepticiamente de la interioridad y en el interior emergen entonces, todo un sinnúmero de movimientos, sensaciones, realidades que tienen su propia dinámica y de igual manera, agitan al ser humano. Todas estas dinámicas externas e internas sin saber ¿qué hacer? necesitan ser manejadas, asimiladas, orientadas, y para ello, un buen maestro es el silencio.

 

¿Silencio? Sí, para interiorizar, dar orden, vislumbrar mejor las cosas. Esta realidad permite el encuentro con el propio “yo” destartalado y náufrago y rearmar el corazón y la vida, llegar a buen puerto y así poder saborear lo sencillo y esencial de la vida… y en la aventura del existir, ir más allá de lo conocido y disponerse a la escucha de Dios en medio de tanto ruido... es un silencio que no aísla de la vida, sino que ha de despertar en la profundización y compromiso con el río de la vida… Por eso: no hay interioridad sin silencio.

 

Un silencio amado y buscado es cauce de desarrollo personal. En el ser humano hay diferentes tipos de voces, unas que trasmiten vida y otras que contaminan. Es preciso aprender a distinguirlas. Silencio que escucha las voces interiores, pero que adquiere la destreza para clarificar su procedencia e influencia, así como el camino a seguir.

 

Ser conscientes de lo que sucede fuera y dentro, las diversas voces que se reflejan, despiertan e influyen en las ansias más hondas, así como las propias exigencias de ser creaturas amadas de Dios. Importa ahora entrar en el auditorio interior y realizar el itinerario del encuentro con uno/a mismo/a y con ese Dios que nos habita. Esta audición sólo es posible donde se ha creado silencio interior y exterior, donde se ha hecho un camino de interioridad, de intimidad. Sólo entonces se puede construir una personalidad equilibrada y libre.

 

En la sociedad del afán, y del riesgo mínimo se da una continuada negación de acceso a la interioridad, pero si se da importancia grande al maquillaje y la apariencia, sociedad transparente sin profundidad. Gana la partida el afán, la prisa, el cansancio, la programación y en medio de todo, terminamos por ser superficiales. Superficie llena de ruido, de habladuría, gesticulación, gritos, pero nadie escucha. Poco espacio de encuentro, monólogos sosos llenos de yo, sin espacio para el diálogo... ojalá ante eso tan etéreo aparezca la sed de escuchar y de silencio. En el silencio se dan una serie de descubrimientos de rostro y mensaje; de compañía y cercanía… pequeños pasos nuevos de nuevo para que madure una nueva humanidad.

 

Ignacio de Loyola pasa por lo mismo en su proceso de conversión… atrapado por su vida anterior y movido dentro por las lecturas nuevas, pensamientos, sensaciones, recuerdos, ensoñaciones, sentimientos, ideas… todo un tsunami que le hace ser un aprendiz de la vida, pero al paso del tiempo y de experiencias nos encontramos con quien en el silencio  remendó su  vida, tejió su esperanza, fraguó su existir, para ser presencia de nueva humanidad, y sin proponérselo, llevar al mundo una escuela de espiritualidad.

 

Podría realizar un momento de oración… Tomando conciencia de mi vida y la importancia de entrar en conexión con Dios…

 

PETICIÓN: Que reconozca y sienta a Dios que ha estado actuando a lo largo de toda mi historia.

 

COMPOSICIÓN DE LUGAR: recordar como Dios está presente en todos los momentos y circunstancias de mi vida, en los momentos alegres y en los tristes, en los que me fue fácil reconocerle y en los que no pude hacerlo.

 

Leo el texto: Jeremías 1,5. Miro mi propia vida con los ojos de Dios, caigo en la cuenta cómo ha estado presente, identifico y pongo nombre a las diferentes etapas de mi vida y de mi relación con Dios...

 

Converso con Dios sobre:

- Las experiencias fundamentales de mi vida.

- Le explico qué fue lo que viví y qué nombre le pongo a cada etapa.

- Le presento a las personas que fueron importantes, para bien y para mal, en todas esas experiencias.

 

PARA TERMINAR: Rezo un Padrenuestro.

 

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