El Examen Ignaciano… el del final de cada día, todos los días

Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios


 

 

La oración verdadera se hace para que ocurran cambios y cambiar… nunca ha sido fácil. Pero no hay nada extraño ni misterioso en hacer que este examen sea parte diaria de tu vida. El Examen es parte de nuestra tradición. Generalmente pensado en términos de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, él ha enfatizado la observación de los pecados y fallas, propio de la época anterior al Concilio Vaticano II. Ese énfasis fue profundizado por nuestro énfasis posterior a la Ilustración en las reglas y en el llevar el conteo de las cosas.

 

Dado el interés por volver a las fuentes y la fuerza grande del Espíritu llevando adelante la barca de la Iglesia, ha renacido un fuerte impulso en el discernimiento como espiritualidad para el siglo XXI, de comunión y participación, muy alejado de quedarse en lo negativo y de fallas, para ser sandores heridos, pero constructores de vida abundante. La apertura deliberada y audaz para descubrir cómo el Espíritu Santo nos está guiando e impulsando en el aquí y ahora. Espíritu -Señor y dador de vida- de forma concreta orienta nuestra cabeza, corazón y manos: a través de los dones del Espíritu.

 

Aquí está el tema apropiado para el Examen: todos los dones del Espíritu Santo. Acepta los primeros dones de fe, esperanza y amor. Dedique un día o una semana, o más tiempo si se siente débil, a orar sobre ello. Luego, trabaje con paciencia mediante la sabiduría, el entendimiento, el consejo, la fortaleza (valor), la piedad, el conocimiento y el temor del Señor. "Estos dones están destinados a renovar y edificar la Iglesia" (Papa Francisco, La alegría del Evangelio, 130). ¿Y la Iglesia en mi lugar y tiempo no sería atractiva si pasáramos la semana mostrando los “frutos del Espíritu”, caminando en amor, gozo, paz, paciencia, bondad, bondad, confianza, mansedumbre y autocontrol?

 

El Examen del futuro es el Examen de los detalles y de los regalos.

 

1. Sintonizar con Dios. Ver cada día con los ojos de Dios, no simplemente con los tuyos.

2. Repasar el día. Cada día trae su propio afán, pero bajo la guía del Espíritu Santo, hacer conciencia de lo vivido no por rutina o monotonía.

3. Agradecer. El día que acabas de vivir es un don de Dios. Agradéceselo y toma conciencia de los detalles donde sentiste a Dios.

4. Mirada en el amor. Solo quien ha sido amado, sabe la debilidad del amor y reconoce las fallas en ello. Reconoce la fragilidad o debilidad en el amor, porque teniendo la oportunidad no lo hiciste como debiera. Así mismo, si te opusiste claramente al amor de Dios -caer en el pecado- enfrenta lo que está mal, tanto en tu vida como en ti.

5. Colocar en Manos de Dios lo que está por venir. Confía en Dios y deja en esas manos lo que viene e invita a que te acompañes, en lo que lo necesitarás mañana.

 

 

Sugerencias para el Examen Ignaciano

 

1. Pedir gracia para reconocer la presencia actuante del Amor de Dios en la jornada que vamos a examinar («desde la hora que se levantó hasta el examen presente, de hora en hora o de tiempo en tiempo», indica San Ignacio. EE 43). Rogar que podamos considerar la jornada a Su Luz, que aprendamos a mirarla como Él la mira, es decir, con amor.

 

2. Examinarnos para percibir las varias mociones que hemos experimentado y para reconocer [discernir] la unción o consolación del Espíritu: cómo y hacia dónde nos ha atraído y movido, qué nos ha mostrado o dado a sentir, qué nos ha dictado, qué ha puesto en nuestra voluntad (palabras todas utilizadas por Ignacio). Ponderar qué cosas de la vida cotidiana, grandes o pequeñas, han contribuido a hacer crecer el Reino de Dios en mí y en los demás: en el estudio y el trabajo, en la casa, en la universidad, en el apostolado; entre las amigas y amigos, en los momentos de distensión, de descanso, de viaje ... Mirar todo lo que ha correspondido a la manera de ser y de proceder enseñada por Jesús a sus discípulos, pues son otras tantas llamadas de Dios a las que hemos respondido o dejado de responder.

 

3. Examinar qué tan atentos hemos estado a este acontecer de Dios en nosotros; si lo hemos reconocido y cómo le hemos respondido; ¿hemos dado un sí a lo que ha acontecido?;  ¿hemos acogido la jornada con sus alegrías y sus penas, con sus éxitos y sus fracasos?

 

4. Gozarnos de aquello que ha sido alegre y bueno, y «enteramente reconociendo» dar gracias a Dios nuestro Señor por tanto amor recibido; dar gracias también por aquellos momentos en los que reconocemos haber estado unidos con Él en la acción. Y entonces, cuando nuestro corazón está lleno de alegría y de acción de gracias por todos los beneficios recibidos y por la bondad de Dios manifestada en este día, solo entonces, percibir las zonas sombrías, los momentos en los que hemos frenado el crecimiento del Reino, en los que nos hemos desviado de Dios o nos hemos opuesto a su acción. Tomar algún punto más preciso de la jornada preguntándonos cómo hemos reaccionado y por qué motivos. Luego, habiendo identificado así, con la gracia del Espíritu Santo, los momentos en los que nuestra manera de ser y de actuar no ha sido evangélica, pedir perdón por estas cosas en las que no hemos reconocido su presencia ni seguido «a lo que nos fue mostrado» (ver EE 175) y más bien hemos estorbado así la acción vivificante del Espíritu Consolador. Reconciliarnos con Él, con nosotros mismos y con los demás.

 

5. «Y con esto reflectir en mí mismo, considerando con mucha razón y justicia lo que yo debo de mi parte ofrecer y dar…afectándome mucho». Expresar a Dios nuestro deseo de vivir la jornada siguiente con Él; pensar en los encuentros previstos, así como en los posibles imprevistos, proponiendo y proyectando para adelante con su gracia (ver EE 43,7 y 234) la forma de actuar realmente con Él y por Él en los acontecimientos, por modestos sea sean. 

Escribir comentario

Comentarios: 0