Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.
Lecturas:
- Profeta Isaías 25, 6-10ª
- Carta de san Pablo a los Filipenses 4, 12-14. 19-20
- Mateo 22, 1-14
En los libros de la Biblia encontramos imágenes muy poderosas que impactan nuestros sentidos y nos ayudan a comprender el mensaje teológico. Por ejemplo, el domingo anterior tuvo como imagen dominante la viña; a través de esta imagen, tomada de la vida del campo, profundizamos en la tensión continua entre la fidelidad de Dios a la promesa y las innumerables infidelidades de los seres humanos.
En la liturgia de este domingo, la imagen dominante es el banquete. En todas las culturas, es sinónimo de fiesta, alegría, encuentro. El mensaje es sencillo y profundo: Dios es el anfitrión, nosotros los invitados con quienes quiere compartir su amor e infinita generosidad.
El texto del profeta Isaías hace un anuncio muy atractivo: “Un día ofrecerá el Señor omnipotente a todos los pueblos en el monte Sion un banquete de manjares suculentos, un banquete con vinos añejos, los manjares más sabrosos, los vinos más exquisitos”. Esto nos hace recordar que los pueblos del medio oriente son famosos por la hospitalidad y por la generosidad con que agasajan a sus invitados.
El profeta describe el contexto emocional en que se da esta invitación: “Arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el manto que enluta a todas las naciones”. Es una gran fiesta después de haber vivido momentos muy amargos. Es volver a cantar y reír después de haber derramado muchas lágrimas.
Ciertamente, recorremos el camino de la vida en medio de luces y sombras. Pero en el corazón de los creyentes, la esperanza supera al pesimismo. No nos dejamos atrapar por el pasado y miramos al futuro con optimismo. Interpretamos las crisis como oportunidades de maduración y crecimiento. Para los seguidores de Jesucristo resucitado, esta imagen del banquete es la promesa del encuentro definitivo con el Señor de la vida.
En el Salmo 22 decimos: “Tú me convidas, Señor, a tu mesa”. Reconocemos, con inmensa alegría, que somos invitados permanentes a la mesa del Señor. Vivimos esta experiencia transformadora cada vez que participamos en la eucaristía.
En el Evangelio, Jesús narra la parábola del banquete que un rey quiso ofrecer con motivo de la boda de su hijo. En este relato nos sorprende el rechazo de los invitados. Todos ellos inventaron alguna disculpa para no asistir.
¿Cuál es la reacción del rey? Furioso por este desplante, dio unas instrucciones muy precisas a sus empleados: “Vayan, pues, a las afueras e inviten al banquete a todos los que encuentran en los caminos”.
Desde el punto de vista delos convencionalismos sociales, esta fiesta fue un fracaso. ¿Cuál es la lectura teológica?
- En primer lugar, hay que reconocer la generosidad del rey, quien abre las puertas de su palacio para celebrar este acontecimiento. También nosotros descubrimos en nuestra vida las infinitas manifestaciones de la divina Providencia.
- En segundo lugar, este relato nos muestra que la libertad humana es caprichosa. Los invitados al banquete tienen la osadía de rechazar la invitación del rey. Es increíble: los seres humanos podemos decir SÍ o NO a nuestro Señor y Salvador. Cuando repasamos la lista de nuestros compañeros de colegio y universidad, vemos que la mayoría optó por los valores éticos y el trabajo honrado; pero unos pocos sucumbieron a la tentación de la riqueza sucia. ¿Por qué? ¿Qué les pasó? ¿En qué momento perdieron el rumbo? ¡Misterios dela libertad!
- En tercer lugar,sorprende el cambio en la lista delos invitados. Aquí se confirma aquello de que “los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”.
Antes de terminar esta meditación dominical sobre el símbolo del banquete en los textos bíblicos, consideremos brevemente un comentario que hace el apóstol Pablo en su Carta a los Filipenses, que es muy sabio e inspirador: “Hermanos: Sé vivir en la pobreza y sé vivir en la abundancia. He aprendido a hacerle frente a todo y en cualquier momento: a tener de sobra y a pasar hambre, a la abundancia y a las privaciones”.
La vida es una ruleta. Unas veces ganamos y otras perdemos. Esta incertidumbre se ha intensificado durante la pandemia, cuando la economía mundial se detuvo bruscamente. Millones de seres humanos han perdido sus puestos de trabajo. Esto genera una terrible ansiedad sobre el presente y el futuro. Pero no permitamos que la incertidumbre nos paralice y que se derrumbe la auto-estima. La vida nos ha mostrado que se cierran unas puertas, pero se abren ventanas de oportunidad.
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