Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.
Lecturas:
- Profeta Isaías 22, 19-23
- Carta de san Pablo a los Romanos 11, 33-36
- Mateo 16, 13-20
Cada domingo la liturgia propone a nuestra consideración unos textos bíblicos que nos van descubriendo, a lo largo del año, la riqueza de la Palabra de Dios en los diversos libros del Antiguo y del Nuevo Testamento. En este domingo, resuena con particular fuerza el testimonio del apóstol Pablo a los fieles de la comunidad de Roma: “¡Qué abismo el de la generosidad, de la sabiduría y la providencia de Dios! ¡Qué insondables son sus juicios y qué insospechables sus caminos!”.
El recorrido espiritual de Pablo fue excepcional. Empezó como un apasionado perseguidor de los seguidores de Jesús y después se convirtió en el más entusiasta anunciador de Jesucristo resucitado. Después de la experiencia transformadora de encuentro con el Señor cuando iba por el camino de Damasco, cambió radicalmente su proyecto de vida. A través de sus Cartas comparte los dones místicos que ha recibido del Señor. Lo hace sin vanagloriarse. Se reconoce pecador e indigno. Sabe que son un regalo infinito de Dios y responde con total generosidad.
No sólo da testimonio de lo que el Señor ha realizado en él, sino que ha visto la acción del Espíritu en las personas que escucharon su predicación y acogieron el mensaje.
Inspirados por el testimonio del apóstol Pablo, detengámonos a meditar, con profundo agradecimiento, en las experiencias que hemos tenido en nuestras vidas, donde hemos sentido muy cerca la generosidad, la sabiduría y la providencia de Dios.
Empecemos por las manifestaciones de la generosidad de Dios. Todo lo que somos y tenemos es un regalo. Vinimos a este mundo como expresión del amor de nuestros padres. A partir de este regalo inicial del amor, todo ha sido un don. No podemos hacer exigencias, no podemos reclamar derechos. Debemos reconocer ininterrumpidamente la riqueza de las experiencias vividas y la bondad de las personas que hemos encontrado en el camino y nos han apoyado. Cuando hacemos una recapitulación de nuestras vidas, surgen en nuestros labios las mismas palabras de Pablo en el texto de este domingo: “¡Qué abismo el de la generosidad de Dios”! Así como reconocemos su generosidad, debemos reconocer nuestro egoísmo. Nuestras vidas han estado centradas en el logro de pequeños intereses y pocas veces hemos pensado ¿qué quiere Dios de mí?, ¿para qué vine a este mundo?
Sigamos con las manifestaciones de la sabiduría de Dios. Basta abrir los ojos y contemplar la majestad de la creación. Desde la inmensidad del universo en continua expansión hasta la infinita riqueza del mundo de los insectos y la complejidad del orden microscópico. Como resultado de esta contemplación, deseamos cantar: ¿Cómo no creer en Dios…? Atribuir estas maravillas a un simple juego del azar es una simplificación que sorprende. Todo esto tiene que responder a un diseño superior.
Otra manifestación sorprendente de la sabiduría de Dios es el contenido de los Libros Sagrados. Allí se nos auto-manifiesta Dios, nos da a conocer su plan de salvación y nos señala el camino hacia la Casa del Padre. Los Salmos expresan, de muchas maneras, la sabiduría de los mandatos del Señor. La ambición humana es la que genera caos en las relaciones sociales y en la explotación de la naturaleza. La pretensión de la soberbia humana de querer ser como dioses introdujo el desorden en la historia humana pues allí está el origen de las guerras, la violación de los derechos humanos, la destrucción del medio ambiente.
El apóstol Pablo reconoce y agradece las manifestaciones de la Providencia de Dios. Si hacemos un alto en el camino, podremos identificar la presencia continua de Dios en nuestras vidas. Nunca hemos estado solos. El Salmo 91 expresa hermosamente cómo actúa la Providencia de Dios en nuestra historia personal:
Al buscar refugio en el Señor
hiciste del Altísimo tu protector.
No sufrirás calamidades,
a tu casa no se acercarán los males,
porque Dios encargará a sus ángeles
que te cuiden donde quiera que vayas
¿Cómo se manifiesta la Providencia? ¿Cuáles son esos ángeles protectores que nos acompañan en lo cotidiano? Nuestros padres y maestros, el consejo de un buen amigo, una lectura que me inspiró, un evento particularmente intenso que me hizo reflexionar, etc. Dios se manifiesta de muchas maneras. Si tenemos finura de análisis, podremos identificar las innumerables intervenciones en nuestra vida diaria. Cada día es un milagro de la Providencia.
En esta Carta a los Romanos, Pablo exclama con admiración: “¡Qué insondables son sus juicios y que insospechables sus caminos!”. Muchas hemos protestado porque las cosas no han resultado como las habíamos deseado. Pasado algún tiempo, hemos descubierto que lo que parecía un mal nos ha resultado positivo. Cuántas veces escuchamos a nuestras madres decir: Mijo, era que no le convenía. ¡Sabio realismo! Por eso la sabiduría popular dice: “Dios escribe derecho con renglones torcidos”.
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