EJEMPLOS DE ORACIÓN
Estimado amigo, mereces sinceras felicitaciones por la colaboración que prestas al único Maestro del Arte de Orar, el Espíritu de Cristo Resucitado presente en tu corazón. Síguelo escuchando para responderle. Antes de ser misioneros, somos discípulos.
Mientras vas avanzando en el aprendizaje de “El arte de orar, amar y servir”, al estilo de Jesús, experimentarás, por una parte, que las cosas se van poniendo más atractivas. A veces te emocionas, todo te parece tan fácil. Otras, percibes dificultades. La motivación se convierte en un punto de apoyo para seguir adelante. Se parece a un motor que te empuja por dentro. San Ignacio lo llamará “Moción del Espíritu del Bien”. Más adelante te explicaré detalladamente, de qué se trata.
Como soy músico, te comparto esta sencilla metáfora. El Maestro Ignacio le daba mucha importancia a la imaginación y a la intuición que, unidas a la Sabiduría, puede ayudar a ordenar el corazón. El filósofo Bergson (1859-1941), Premio Nobel de literatura (1921) afirmaba que “la intuición es un medio de conocimiento superior a la razón”.
El Dios, revelado en Jesús, te invita a vivir, “La Gran Sinfonía del Amor, interpretada en La Mayor libertad del Espíritu”.
El Director de la orquesta es Dios; el Solista, Jesús; la partitura, el Evangelio; la melodía, el Espíritu Santo y los músicos, la comunidad. Se hacen presentes, María, como madre, siempre pendiente para que el concierto salga de la mejor manera posible; José, el de la logística, atento a todo lo que haga falta. Los músicos con su mirada fija en Jesús, siguen fielmente las indicaciones del Director. Hay que evitar las distracciones, como pueden ser “los cánticos de sirenas”, que son muy atractivos, pero producen ruido.
Durante el concierto se debe poner mucha atención a algún “colado”, el espíritu del mal, que trata de desordenar y entorpecer la melodía, con músicos, que tocan a destiempo para que los vean y aplaudan. El Director de la orquesta, muy precavido, ha entregado a cada músico, una herramienta eficaz, llamada el Discernimiento Espiritual, con el fin de distinguir y optar por la verdadera partitura. Entre los espectadores están los Acompañantes quienes, dan algunas indicaciones para que las cosas mejoren.
El objetivo de esta Octava Entrega es darte a conocer con unos cuantos ejemplos, la forma de hacer una oración. Las sugerencias que te hemos dado te ayudarán a ejercitarla. Comparte tu búsqueda con tu Acompañante. Así vas resolviendo las dificultades que se te pueden presentar.
Además de haberte explicado los requisitos externos para hacer una buena oración ten en cuenta dos actitudes internas, necesarias para realizarla: amor y libertad.
Amor y libertad
La máxima presencia de Dios en el hombre y en su historia se da a través de dos valores, el amor y la libertad. Dios que es Amor, te da la posibilidad de ser libre, te quiere libre y te trata como persona libre, que es la condición para poder amar.
De ahí la importancia de la oración que rezamos después del Padrenuestro, durante la Eucaristía: “Líbranos Señor de todos los males y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos libres de todo pecado y de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”. Y aclamamos: “Porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria, por siempre, Señor”.
San Pablo afirma: “Ustedes, hermanos, fueron llamados a ser libres. Pero no usen esa libertad para dar rienda suelta a sus instintos. Más bien, sírvanse los unos a los otros por amor. Porque toda la ley se resume en este solo mandamiento: “Ama a tu prójimo, como a ti mismo” (Gálatas 5, 13-14) y San Juan lo clarifica, “El amor consiste no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él, nos amó a nosotros… Si Él nos ha amado así, nosotros debemos amarnos los unos a los otros” (1 Carta de Juan 4, 11-12).
“La Petición Central” o “Petición Eje”
Como decíamos en la Entrega No. 7, antes de comenzar la oración es aconsejable prepararla con anterioridad. De esta manera se evita la improvisación.
Te recomiendo, entonces, fijar el tema de la oración. Como te decía, puede ser un texto de la Biblia; un acontecimiento que te haya impactado; la liturgia de la Palabra que escuchaste o vas a escuchar en la celebración de la Eucaristía; tu situación ante una opción de vida; una película, una alegría o tristeza, entre otros.
Se trata, pues, de seleccionar el tema de la oración que vas a tener al día siguiente. Y juntamente con el tema, concretiza una gracia para pedir durante la oración, la llamaremos “La Petición Central” o “Petición Eje”. Si ves necesario, especialmente en caso de distracción, la repites durante la oración como si fuera el estribillo de una canción o la frase de un salmo responsorial.
Procura, a la hora de acostarte, traer a tu mente tanto el Tema como la Petición Central de la oración del día siguiente. A la vez, desea con amor el encuentro con el Señor Jesús. Al levantarte, trata de recordar la preparación de la oración, sobre qué vas a orar y qué petición vas a realizar.
Si tienes la buena costumbre de ofrecer a Dios tu día, hazlo. Ofrécele tu trabajo, estudios, dificultades y aún los mismos desequilibrios de tu personalidad. Dile que ellos son una súplica de amor. Cada palpitación de tu corazón la puedes convertir en una continua acción de gracias o en una alabanza.
Los Alcohólicos Anónimos tienen esta bella oración, para que te la aprendas de memoria: “Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia entre estas dos cosas”.
Una vez que te encuentres en el lugar donde practicas tu oración cotidiana, ojalá que sea habitualmente el mismo, inicia tu oración, reposa tu cuerpo, haz más consciente la presencia de Dios en ti, purifica tu corazón y “quítate las sandalias” como lo hiciste en la anterior oración.
No olvides aquel sabio consejo, si encuentras gusto interno y paz en esta introducción de la oración, puedes quedarte ahí. Evita, si se presenta, la tentación de seguir en los otros pasos de la oración, has de aprender a dejar que el Espíritu te guíe por su camino, y para ello necesitas ser pobre, ya que muchas veces tu encuentro con el Señor será distinto del tema que preparaste con tanto empeño. La gracia de Dios está por encima de tus preparaciones, y el Espíritu Santo sopla donde quiere.
PRIMER EJEMPLO
Supongamos que en la víspera del día de tu oración lees el siguiente pasaje evangélico, “Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminaba su oración, uno de los discípulos le pidió, Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos. Él les dijo, “Cuando recen digan, Padre, que tu nombre sea santificado, que venga tu reino... Yo les digo, pidan y les darán, busquen y hallarán. Porque todo el que pide, recibe, el que busca, halla, y al que llame a una puerta, se le abrirá’” (Lucas 11, 1 – 13).
Entonces piensas, mañana en la oración voy a pedir al Señor que me enseñe a orar. Trata de que este sea tu último pensamiento consciente, antes de dormirte, y que sea el primero, al despertar. Después, en el tiempo de oración, enseguida de la introducción, traes a tu memoria la petición que preparaste, “Señor, enséñame a orar”. La puedes repetir una y otra vez, tratando, en la paz, que el Señor escuche tu súplica.
Es posible que, de este mismo pasaje, te haya llamado la atención la palabra Padre. Entonces, pídele a Dios que te dé la gracia de sentirlo y tratarlo como un Padre Maternal.
SEGUNDO EJEMPLO
Imagínate que estás viviendo una situación de incertidumbre y de angustia, porque ante determinada decisión no sabes qué hacer. Entonces piensas que tu oración va a ser de petición. Puedes escoger un Salmo, por ejemplo, el Salmo 25 (24). Léelo despacio, dos o tres veces, al ritmo de tu respiración. Te detienes en aquel versículo que más te llega al corazón. Existen en la Biblia hermosas oraciones. También puedes inventarte tu propio salmo. Escríbelo y, si tienes facilidad, puedes cantar, “Hazme conocer, Señor, tus caminos; enséñame tus sendas”.
TERCER EJEMPLO
Si te encuentras en un momento de felicidad y alegría, también puedes preparar tu oración de acción de gracias o de alabanza. Observa la hermosura de este Salmo 103 (102),
“Alma mía bendice al Señor,
alaba de corazón su santo nombre.
Si, alma mía, bendice al Señor
y no olvides tantos beneficios de su mano.
Él perdona tus pecados y sana tus dolencias...
Él te colma de bienes en la vida y,
como el águila, renueva su juventud...
Que bendigan al Señor todos los ángeles, todos sus ejércitos,
Que todas las criaturas bendigan al Señor,
en todos los lugares de su dominio,
¡Alma mía, bendice tú al Señor!”.
Responde las siguientes preguntas y manda una copia a tu Acompañante:
1. Escribe cuáles son las principales dificultades que tienes cuando haces oración:
a) |
b) |
c) |
2. ¿Cómo piensas resolverlas?
3. ¿Quieres continuar haciendo esta experiencia de oración? ¿Por qué?
4. ¿De qué te ha servido ejercitarte en “El arte de orar, amar y servir”?
5. ¿Qué consejo darías a una persona que estuviera haciendo esta experiencia?
Si quieres continuar, espera la Novena Entrega.
P. Julio Jiménez, S.J.
Promotor de la Espiritualidad Ignaciana
CIRE- Bucaramanga
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