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El Arte de Orar, Amar y Servir al estilo de Jesús - Entrega 9

La oración cristiana, saber comenzar

Aprendiendo a orar

Amigo, bienvenido a dar un nuevo paso en el aprendizaje de “El arte de orar, amar y servir” al estilo de Jesús. Felicitaciones por persistir.

 

Ya te has comprometido con las condiciones externas que requiere la oración, un lugar, tiempo, acompañamiento, entre otros. Observa enseguida algunos requisitos internos, que puedes aplicar en tu oración personal. Son asuntos muy sencillos pero indispensables. Ellos son:

 

1. Escoger un tema apropiado para orar

 

Es recomendable que no improvises el encuentro que Jesús quiere tener contigo. Puedes acudir, por ejemplo, a interpretar algún aspecto de tu vida que te inquieta; algún tema relacionado con tu estabilidad emocional y afectiva; algún texto bíblico o un artículo que te impactó, entre otros. El tema de esta oración será, “Me quito las sandalias, al estilo de Moisés”. Te lo explicaré.

 

2. Saber Comenzar dándole importancia a tu cuerpo

 

Si estás motivado para aprender algún arte, realizas una serie de acciones sin las cuales sería imposible alcanzar tu objetivo. Por ejemplo, si quieres aprender a tocar guitarra, no lo haces caminando en medio de la lluvia. Para ello, te sometes a una serie de requisitos, como comprar el instrumento, contratar a un profesor o conseguir un método; buscas el sitio apropiado y, con muchísima paciencia, inicias todo un proceso de aprendizaje. En un principio sentirás torpeza en tus manos o en los dedos. Te confundes, te angustias... Todo parece un caos... Entonces, el profesor te hará algunas indicaciones elementales. Pues bien, en la oración cristiana sucede algo parecido. Observa cómo se inicia este fabuloso “arte espiritual”:

 

El cuerpo

 

Se entiende por “cuerpo” la totalidad de la persona, el nivel externo, en griego, soma; el nivel psíquico-social, psiquis, y el espiritual, pneuma. Se puede comparar el cuerpo con la llanta de un carro: el caucho (lo externo); el rin (lo psíquico-social) y el aire (el espíritu que no se ve). Tu “cuerpo”, en estos tres niveles, debe entrar en estado de reposo. Este “rito de iniciación” tiene como objetivo, tranquilizar tu yo.

 

Por lo tanto, te sugiero hacer unas cuantas respiraciones profundas, por medio de las cuales vas aflojando los músculos y, a la vez, facilitando tu concentración, como una preparación para la oración cristiana. El ejercicio puedes practicarlo en tu cuarto, mientras caminas, o en la posición que más te ayude a encontrar paz. No importa el tiempo que gastes para este importante punto de partida.

 

Si la oración cristiana es un diálogo, entre Dios y tú, debes emplear todo tu ser para comunicarte mejor. Siempre dialogas con frases, con gestos corporales, mueves los labios y las manos, das énfasis a algunas palabras, escuchas, aparecen ratos de silencio, entre otros.

 

En “El arte de orar”, todo tu “cuerpo” se hace oración. Un maestro contemporáneo afirma, “No sabría cómo orar sin el cuerpo... En ciertos períodos creo orar más con el cuerpo que con la inteligencia... El cuerpo está para escuchar, comprender, amar. Qué engaño prescindir de él”. (Roger Schutz, prior de Taizé).

 

No se trata de hacer posturas extravagantes que manifiestan más bien un deseo de dominar a Dios o convertirse en el centro de las miradas. Se trata de comunicarse con el Señor en la sencillez y en la paz, así como hacen los buenos amigos.

 

Ya decía San Agustín que “no hay prescrita ninguna postura corporal para la oración, con tal que el Espíritu, puesto en la presencia divina, cumpla su intención. Efectivamente, cuando uno quiere orar, coloca su cuerpo y toma, según las circunstancias del tiempo, la posición más conveniente para despertar la devoción”.

 

Durante la oración, hazte consciente que, con las diversas posiciones del cuerpo, manifiestas internamente tu intimidad ante Dios. Por ejemplo, si oras de pie, manifiestas disponibilidad para escuchar, búsqueda de infinito, resurrección; si oras sentado, tranquilidad, actitud de apertura, estar de visita; si oras arrodillado expresas humildad, adoración o perdón. Lo mismo podríamos decir de los gestos del rostro y las manos. El sacerdote, cuando ora el Padrenuestro, extiende sus manos, significando súplica. Entonces, encuentra tus propias expresiones.

 

Una vez que hayas hecho consciente la importancia de tu expresión corporal para estar en oración, da el siguiente paso.

 

Atentamente y sin tensión ponte en la presencia de Dios, Padre-Maternal, y de Jesucristo, quienes por medio de su Espíritu, están contigo. Este acto de fe debe estar lleno de humildad y respeto. Por ejemplo, dile al Señor, “Señor, enséñame a orar, quiero estar contigo. Ayúdame...”

 

Puedes también, emplear palabras sencillas que expresen, bajo distintas formas, tu fe en Él, tu esperanza y amor a Dios por encima de todas las cosas.

 

Otra manera de comenzar tu oración es dándote la bendición. Valora el signo de la cruz con que inicias tu comunicación, consciente, con el Señor. Esto, si se hace en la fe, es ya un ponerse delante de Dios. Adquiere el hábito de persignarte conscientemente; hacer la señal de la cruz sobre el propio cuerpo es como revestirse de Cristo, como sentir su abrazo, es reconocer que la Trinidad está en ti.

 

Durante la oración pueden presentarse infinidad de distracciones o deseos de analizar y reflexionar. Respira, y le dices a Dios, “Habla Señor, que te quiero escuchar”, o también, “Señor, ¿qué quieres de mí?”.

 

Saber iniciar la oración cristiana es todo un “arte” y un don que hay que pedir con insistencia. Si ocupas todo tu tiempo de oración en tratar de ponerte en la presencia de Dios y sientes gran paz y alegría interior, amor y libertad de espíritu, puedes considerarte muy gratificado por Dios.

 

En la oración no se trata de hacer muchas cosas sino de “estar junto a Aquel que sé que me ama” (Santa Teresa de Ávila).

 

Mucha atención, ponerse en la presencia de Dios no es un esfuerzo de la imaginación, fruto de un peligroso voluntarismo. Se trata de un acto de fe reconociendo la presencia divina en ti, del Dios-Amor que te habita y acontece.

 

Y ahora voy a contarte un secreto espiritual. Si lo cumples, comprenderás su sabiduría: cuando sientas gusto interno y paz, en algún momento de la oración, por favor, no sigas adelante, quédate ahí, saboreando esa presencia de Dios. Lo dice San Ignacio de Loyola, Maestro de oración: “No el mucho saber harta y satisface el ánima, más el sentir y gustar las cosas internamente” [Ejercicios Espirituales No.2]. En palabras coloquiales: “El que mucho abarca, poco aprieta”.

 

Purificar el corazón

 

Después de hacer consciente la presencia de Dios, es muy importante realizar un acto sencillo de purificación o limpieza de tu corazón, ya que vas a encontrarte con el Dios, el revelado en Jesús, la persona que más te ama en el mundo, Aquel que dio la vida por ti, que te sostiene y acompaña.

 

El reconocimiento de tus inclinaciones, tendencias egocéntricas o desórdenes, como el Maestro Ignacio llama al pecado, no debe producirte tristeza, remordimiento o complejo de culpa, ya que el cristiano “ve” lo esencial con el corazón. Y lo importante, cuando has reconocido tu vulnerabilidad, no es contemplarte a ti mismo, sino “ver” la misericordia infinita de Dios Padre que sigue amándote por encima de tus limitaciones.

 

Nunca debes omitir este acto tan sencillo, que te pone en disposición interior para demostrar toda tu actitud al relacionarte con Dios. Los Maestros del espíritu sostienen que estos primeros momentos de la oración (presencia y purificación) son de capital importancia, pues fundamentan los demás. Aquello que comienza bien, termina mejor.

 

De nuevo el mismo secreto (para que no lo olvides), Si sientes gusto interno y paz profunda cuando practicas esta purificación de tu corazón, por favor, no sigas adelante. Quédate ahí, no creas que estás perdiendo el tiempo.

 

Tema de la oración: “Me quito las sandalias”.

 

Moisés era un hombre con muchas limitaciones, tartamudo, terco, cobarde y racionalista. Dios lo escogió así, pues "El Espíritu sopla donde quiere”, “Dios no escoge a los capaces, capacita a los escogidos para darles una misión”. En la Biblia hay numerosos ejemplos, comenzando por los 12 apóstoles, Pedro y Judas, traidores; Tomás incrédulo y qué decir del prepotente Saulo de Tarso.

 

Un día, nuestro personaje fue llamado por Dios. Después de decirle Moisés a Dios, “Aquí estoy” (ponerse en la presencia de Él), Dios le dijo, “No te acerques más. Quítate las sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada”. Moisés se tapó la cara porque tuvo miedo de que su mirada se fijara sobre Dios. (Éxodo 3, 1-6).

 

Pues bien, tu oración llegó al momento de “Quitarte las sandalias”. ¿Qué significa? Ofrecerte a Dios para orar, es despojarte de tu “propiedad privada”. Dile, por ejemplo, que todo lo que va a pasar en este tiempo de encuentro con Él, se lo dedicas con cariño, pensamientos, deseos, distracciones, “aburrimientos”, cansancio, recuerdos, dolores; háblale con toda sinceridad. Ofrécele con amor, esa “sandalia” de tu profundo yo, que busca seguridad y confort.

 

Alguien me decía que hacer oración es desnudarse ante Dios. ¡Qué verdad tan grande! Quítate, pues, tus sandalias, tu yo, porque el lugar que vas a pisar es tierra sagrada. A tu amigo de confianza no lo dejes en la “sala de visitas”, déjalo entrar en los rincones más oscuros y profundos que tiene tu corazón. Dios te conoce mejor de lo que tú crees. Él te guiará mar adentro, te revelará poco a poco Su voluntad. No olvides mi secreto, “Si sientes gusto interno... por favor, no sigas adelante...

 

Te recuerdo que en este método debes sentirte plenamente libre. Aquí se trata de darte algunas sugerencias que pueden ayudarte. Si tú tienes otra forma de comenzar a orar y te has dado cuenta de un resultado positivo, no cambies de estilo. Cada uno tiene su manera de ejercitar “El arte de orar, amar y servir”, al estilo de Jesús.

 

PRIMER EJERCICIO DE ORACIÓN AL ESTILO IGNACIANO

 

Ahora sí, manos a la obra. Una vez que te encuentres en el lugar apropiado para tu oración, comienza a realizar los siguientes ejercicios:

  1. Por medio de una o varias respiraciones profundas, trata de tomar contacto contigo mismo, de reposar tu “cuerpo”, de tranquilizarte. Si no puedes hacerlo, ten paciencia que pronto lo lograrás. Por ahora, toma las cosas con calma.
  2. Pausadamente y sin tensiones, trata de ponerte en la presencia del Dios que te ama. No tengas prisa, no hagas esfuerzos de imaginación. Es un acto sencillo de fe. Siéntete libre... Hazlo como quieras. Si el tiempo pasa, no importa. Quédate ahí. Pídele al Maestro Jesús que te enseñe a orar. Repite varias veces la petición central: “Señor, enséñame a orar. Quiero estar contigo”.
  3. Purifica tu corazón reconociendo que la Misericordia de Dios, siempre ha estado contigo. Sin prisa... con la posibilidad de quedarte allí.
  4. Y ahora... “Quítate las sandalias”, ofreciéndote totalmente al Señor por medio de la apertura de tu corazón, ábrele la intimidad de tu ser, déjalo entrar, y escucha su voz: “No tengas miedo, rema mar adentro”.
  5. Este primer entrenamiento del arte de orar, ejercítalo durante una semana. Cuando veas que haces esos primeros pasos con tranquilidad, fidelidad y gozo en el Espíritu, ya estás preparado para realizar tu evaluación de la oración.

 

Discernimiento de las primeras oraciones

 

A través de la oración puedes comprobar el camino por el que te va conduciendo el Espíritu del Señor. Es un ejercicio muy sencillo de hacer. Lo único que se requiere es un poco de tiempo y credibilidad. Recuerda, todo arte necesita paciencia y cuánto más “El arte de amar”.

 

Te invito a hacer un sencillo “mini-discernimiento”. Una vez terminada la oración dedica unos minutos a preguntarte, acerca de lo que sucedió en la oración. Te recomiendo continuar usando el cuaderno personal para que vayas anotando tú camino de encuentro con Dios en ti y en los demás.

 

Para el discernimiento puedes responder las siguientes preguntas:

 

  1. ¿Qué me está agradando del tiempo destinado a la oración?
  2. ¿Cuáles son los sentimientos, e ideas que tengo en ella?
  3. ¿Qué creo que me está diciendo Dios en la oración?
  4. ¿Qué dificultades tuve y cuáles pienso consultar con mi acompañante?

 

 

Si quieres continuar, espera la siguiente Entrega. En la medida que profundices tú encuentro con Dios y con los demás, es posible que encuentres muchas dificultades. Recuerda que, por encima de ellas, está la fuerza de Dios. Entonces... ¡Adelante!

 

 

P. Julio Jiménez, S.J.

Promotor de la Espiritualidad Ignaciana 

CIRE- Bucaramanga


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