La oración de Jesús
Amigo, vas a tener la gran oportunidad, de contemplar cómo oraba Jesús y así aprender de sus enseñanzas.
Posiblemente recuerdes aquel libro titulado Juan Salvador Gaviota. Describe aquella ave que no se desanimaba cuando ensayaba nuevas formas de volar. Simboliza el deseo de todo ser humano honesto, ser libre para poder amar de verdad. Con paciencia, con mucha fe, a veces como empezando de nuevo, irás lentamente descubriendo nuevos cielos, nuevas tierras, nuevos horizontes.
La Gran Gaviota le dice a Juan Salvador: “Si quieres, podemos empezar a trabajar con el tiempo, hasta que logres volar por el pasado y el futuro. Y entonces, estarás preparado para empezar lo más difícil, lo más colosal, lo más divertido de todo. Estarás preparado para subir y comprender el sentido de la bondad y el amor… Entonces, en lugar de nuestro lento y pesado ir y venir, habrá una razón para vivir. Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad. Podremos ser libres” (Richard Bach).
Primera crítica de Jesús contra una falsa oración
El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros, o como ese publicano que está allá”. (Lucas 18, 11).
Jesús condena esta forma de oración, porque es una autoafirmación de un “yo” egoísta, y por ello está viciada de raíz. En esta forma de oración falta “el otro”. Su “yo” es tan grande y cerrado sobre sí mismo, que ni el mismo Dios tiene cabida. El centro de su pretendida oración es él mismo. Se cree justo, único en el mundo, impecable. Su oración es un mecanismo narcisista y gratificante; es un autoengaño.
La oración del fariseo la vemos muy a menudo ¡Cuántas veces se oye decir: Yo soy bueno, yo no mato, yo no robo, yo no peco… Yo, yo, yo…! Esta oración se conoce con el nombre de “monólogo”, en donde el que cree orar está hablando sólo, consigo mismo. La relación con Dios y con los demás está ausente de su oración. Ese “yo” está aislado de la realidad, nunca podrá comprometerse con ella.
Segunda crítica
Jesús también protesta contra esa oración que busca el prestigio y la fama. Dice: “Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, que les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para que la gente los vea. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Pero tú cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí a solas contigo. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará un premio. Y al orar no repitan palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. No sean ustedes como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan” (Mateo 6,5-8).
Entonces, si la oración cristiana no está en función de cumplir la voluntad del Padre, es una oración falsa, incoherente, alienante… Es otro monólogo.
Aunque la oración de petición es muy válida, debes preguntarte: ¿Qué estoy pidiendo?
¿Trato de buscar el cumplimiento de mis deseos o trato de buscar aquello que mi Padre ya sabe que necesito y que sin embargo quiere que se lo pida? La petición central sólo puede ser una, aquella que pedimos todos los días: “Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
Tercera crítica
Pero el reproche más fuerte que hace Jesús de la falsa oración, no se queda aquí. No sólo denuncia la separación entre el orar y el actuar, sino que también protesta contra la utilización de la oración como mecanismo de opresión. Obsérvalo detenidamente:
“Tengan cuidado con los maestros de la ley. Les gusta pasear con amplias vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y en los banquetes. Son gente que devora los bienes de las viudas y, para disimularlo, hacen largas oraciones" (Marcos 12, 38 – 40).
Jesús denuncia la utilización de la oración y del culto, como si fuera una mercancía. Eran el escriba y, a veces, los sacerdotes de su tiempo quienes oprimían y explotaban a la viuda, al desamparado y al pobre.
La comercialización de la Oración irrita a Jesús de tal modo que expulsa a los mercaderes del templo, porque habían convertido la casa de oración en cueva de bandidos y ladrones. Esa total perversión del culto es lo que condena Jesús cuando afirma que, bajo pretexto de largas oraciones, los escribas se comían la hacienda de las viudas.
Jesús protesta contra las falsas oraciones manifestadas en:
- No buscar activamente la voluntad de Dios sino la propia (egocentrísmo).
- Querer aparentar lo que uno no es (hipocresía y mentira).
- El narcicismo espiritual, la sensiblería o búsqueda de sí mismo (monólogo).
- La palabrería (monólogo).
- Falta de compromiso con las personas vulnerables (injusticia).
Jesús realiza a la perfección “El arte de Orar, Amar y Servir”.
Hemos llegado a un momento interesante de nuestro proceso. Quizás las cosas que vas a leer o escribir ya las sabes de memoria, pero ¿las vivimos como Jesús las vivió? , ¿Oramos como oraba
Jesús? , ¿Amamos como amaba Jesús? . Si ese es el principal mandamiento, Él no nos puede pedir cosas imposibles de cumplir.
Pues bien, lo que sigue a continuación léelo en un ambiente de oración. Pídele con fervor al Dios de Jesús, que también es tu Padre, que te enseñe a orar como oraba su Hijo Jesús.
1. Jesús oraba según las costumbres judías
A pesar de las fuertes críticas que hacía de la falsa oración, Jesús era un hombre que pertenecía a un pueblo y seguía sus costumbres. Los judíos oraban tres veces al día; bendecían la mesa y daban gracias después de comer.
Te invito a leer despacio el texto de Mateo 14, 19-21 y contemplar con tu imaginación esa escena tan significativa para “sacar algún provecho”, como aconsejaba el Maestro Ignacio”.
Te advierto que, en esta Entrega No 12, hay numerosos textos bíblicos, con el fin de que te vaya familiarizando con la Palabra de Dios, que te servirá enormemente para tu crecimiento integral como persona.
Isaías coloca una comparación hermosa entre la Palabra, la lluvia y la nieve. Dice bellamente el Profeta:
“Así como la lluvia y la nieve
bajan del cielo, y no vuelven allá,
sino que empapan la tierra,
la fecundan y la hacen germinar,
y produce la semilla para sembrar
y el pan para comer,
así también la palabra que sale de mis labios
no vuelve a mí sin producir efecto,
sino que hace lo que yo quiero
y cumple la orden que le doy” (Isaías 55, 10-11)
Jesús tenía la buena costumbre de asistir los sábados a escuchar la Palabra. Le gustaba participar en las lecturas que hacía la comunidad de su tiempo y decía a su grupo aquellas cosas que más le impactaban. ¡Qué bien sabía interpretar las escrituras y maravillosamente las cumplía! Es todo un ejemplo para seguir.
Tenía tal capacidad de compromiso que no se dejaba conducir por el simple gusto o las circunstancias favorables. Quería a los niños, nos pide tener un corazón sencillo como el de ellos, pero actuaba como adulto. Cuando quisieron nombrarlo rey, huyó al monte. Su compromiso con el Padre y los hombres no se fundamentaba en falsas sensiblerías o en sentimentalismos. Era ante todo misericordioso, pero no alcahueta.
2. Jesús también oraba en los acontecimientos importantes de su vida
Contempla, como lo hiciste anteriormente, cómo Jesús ora al iniciar y al terminar su misión leyendo despacio los textos de Lucas 3, 21 y Juan 19, 28-30. En su última palabra hace su última afirmación. ¿La detectaste? ¿Cuál fue?
Jesús también ora cuando va a tomar decisiones importantes. Por ejemplo, cuando va a hacer la elección de sus discípulos: “En aquellos días se fue a un monte a orar y pasó la noche en oración a Dios. Al llegar el día, llamó a sus discípulos y de ellos escogió doce a los que llamó apóstoles (Lucas 6,12-13) y les enseñar a orar (Lucas 11, 1-10).
Son muchos los acontecimientos significativos, que los inicia con la oración. Te indicaré algunos para que los contemples imaginando las escenas: en la resurrección de su amigo Lázaro (Juan 11, 41 – 42); antes de solicitar la confesión de Pedro y explicar las condiciones para seguirlo (Lucas 9, 18ss); ora por los niños y les impone sus manos (Mateo 19, 13); en su última cena, (Mateo 26, 26); antes de ir a la oración del Huerto, canta con sus amigos los salmos acostumbrados. (Mateo 26, 30).
3. Jesús te invita a orar
Recomienda la oración para la expulsión de ciertos demonios (Marcos 9, 28- 29) o para adquirir una fe capaz de “trasladar montañas” (Marcos 11, 22). A sus discípulos les decía: “Hasta ahora no han pedido nada invocando mi nombre. Pidan y recibirán y su gozo será completo”.
Jesús, entonces, no se contenta con ejercitar su “Arte de Orar, Amar y Servir”, sino que nos manda y aconseja realizar lo que él había hecho. En el Evangelio aparecen muchas veces sus recomendaciones de “oren”, “rueguen”, “pidan en mi nombre”. Nos inculca la necesidad de una continua oración.
Nos insiste en que la oración sea humilde (Lucas 18, 9 – 14); vigilante (Lucas 21, 36); perseverante y confiada en la bondad del Padre (Juan 14, 13) y que siempre esté orientada a buscar Su voluntad.
Ante las dificultades y tentaciones nos dice con cariño: “Estén despiertos y oren, para que no caigan en la tentación; ya que el espíritu es animoso pero la carne es débil” (Marcos 14, 38).
4. ¿Por quién oraba Jesús?
Oraba por sus mismos verdugos, “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 33). Pero también oraba por personas concretas, porque conocía su debilidad, su orgullo y su traición (Lucas 22, 32).
Enseguida te vas a encontrar con una oración bella y profunda que la primera comunidad cristiana colocó en labios de Jesús antes de ir al monte de los Olivos. Se la ha conocido en la tradición como la “Oración Sacerdotal”. En ella Jesús ora por el Nuevo Pueblo, es decir, su Iglesia, nosotros. Te invito a realizar una lectura meditada del capítulo 17 del evangelio de Juan. Una vez más, admirarás cómo Jesús realiza su “Arte de Orar, amar y servir” de una manera magistral.
Cuando vayas a pedir la Entrega No. 13, coméntale a tu Acompañante, acerca de cómo te sentiste haciendo las lecturas de esta entrega, ¿Qué te llamó la atención?, ¿Cuáles fueron los sentimientos espirituales que se te despertaron?, ¿Qué deseaba Jesús con su oración?, ¿Qué características típicas encuentras en el arte de orar de Jesús?
Bendiciones…
P. Julio Jiménez, S.J.
Promotor de la Espiritualidad Ignaciana
CIRE- Bucaramanga
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