Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.
Lecturas:
- Libro del Eclesiástico 27, 5-8
- I Carta de san Pablo a los Corintios 15, 54-58
- Lucas 6, 39-45
Con frecuencia, los intelectuales que viven en las ciudades miran con desdén a las personas sencillas que solo han tenido acceso a una educación básica. Estos intelectuales se sienten muy satisfechos con la información que han adquirido, y en la conversación dejan constancia de la superioridad de sus conocimientos. En su arrogancia, se les olvida que la erudición no es sinónimo de la calidad humana y de la capacidad de comprender las complejidades del corazón humano.
Esta mirada penetrante de la vida es frecuente encontrarla entre hombres y mujeres que se han formado en la universidad de la vida, y que son capaces de conversar desprevenidamente con sus vecinos. Su rica experiencia la transmiten a las nuevas generaciones en forma de refranes y proverbios llenos de sentido común, que son útiles herramientas para resolver complejas situaciones. En la literatura de la lengua española, son famosos los refranes de Don Quijote y Sancho Panza.
Pues bien, en la liturgia de este domingo encontramos dos textos que nos transmiten refranes y proverbios provenientes de la sabiduría oriental, que arrojan luz sobre la convivencia social, los procesos educativos y la toma de decisiones. Son frases cortas que comunican poderosos mensajes, fáciles de memorizar, lo cual les da un gran valor pedagógico.
En esta meditación dominical, los invito a explorar dos textos: El primero de ellos es un pasaje del libro del Eclesiástico, escrito hacia el año 190 antes de Cristo; sus agudas observaciones sobre el comportamiento humano conservan su actualidad y podrían haber sido escritos por un sicólogo contemporáneo. El segundo texto es una página del evangelista Lucas que recoge una catequesis de Jesús, en la cual va hilvanando refrenes populares; expresiones como “¿acaso puede un ciego guiar a otro ciego” quedaron grabadas en la memoria de sus discípulos y así, de generación en generación, han llegado hasta nosotros. Dejémonos, pues, ilustrar por estos sencillos textos, impregnados dela sabiduría oriental, que nos serán de gran utilidad en la vida diaria.
El libro del Eclesiástico pone de manifiesto cómo la calidad humana se manifiesta en la forma como las personas pensamos y hablamos. Esta referencia a la calidad humana no se puede identificar con la educación formal ni con las destrezas adquiridas; hay que conectarla con la madurez, la prudencia, y la capacidad de formular juicios objetivos sobre las personas y las situaciones. Escribe el autor del libro del Eclesiástico: “El hombre se prueba en su razonar; el fruto muestra el cultivo de un árbol, la palabra muestra la mentalidad del hombre; no alabes a nadie antes de que razone, porque ésta es la prueba del hombre”.
Hay personas que no reflexionan antes de hablar, y van diciendo imprecisiones y estupideces de manera atropellada, dejándose llevar por sus prejuicios y emociones. Por eso, uno de los principales desafíos es la formación delos niños y los jóvenes para desarrollar en ellos un pensamiento crítico, que les permita preguntarse el por qué y el para qué de las cosas.
En la cultura griega, la capacidad de sorprenderse ante el mundo que nos rodea se consideraba el principio de la filosofía, ya que la admiración hace que nos formulemos preguntas, y las respuestas que vamos elaborando se convierten en nuevos interrogantes. Si queremos formar ciudadanos autónomos, que participen con responsabilidad en la toma de decisiones dela sociedad, hay que educarlos para que piensen críticamente y no crean ingenuamente todo lo que les prometen los líderes políticos. Si queremos formar miembros de la Iglesia que actúen como adultos en la fe, debemos educarlos para que sean capaces de discernir y ponderar los valores que están en juego en el momento de tomar una decisión y sepan actuar de manera responsable.
Ahora los invito a pasar al texto del evangelista Lucas. En la catequesis sapiencial de Jesús a sus discípulos encontramos unas frases densas, llenas de sabiduría:
- “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?”
- “¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo, y no te das cuenta de la viga que llevas en el tuyo?”
La referencia del ciego que guía a otro ciego suscita una reflexión sobre la importancia de formar a quienes tienen responsabilidades en educación y liderazgo. Hay que hacer un cuidadoso trabajo con los padres de familia, de manera que sean capaces de formar a sus hijos en el amor, en el respeto y la colaboración. El hecho de engendrar hijos no significa que, automáticamente, estén capacitados para educarlos como ciudadanos. Por eso son tan importantes los cursos de preparación al matrimonio y las escuelas de padres que muchos colegios ofrecen. Ser papá y ser mamá son enormes responsabilidades para las cuales hay que prepararse. Igualmente, hay que tomar muy en serio la formación de los maestros. Los países que han alcanzado un alto nivel de desarrollo invierten en la formación de los maestros, quienes gozan de un gran reconocimiento social y ganan salarios que están por encima de otras profesiones y oficios.
La referencia que hace Jesús a la incapacidad de ver la viga que tenemos en nuestro ojo nos invita a reflexionar sobre la dificultad de ser auto-críticos y reconocer nuestros defectos y errores. Difícilmente reconocemos la parte de responsabilidad que nos corresponde, y señalamos a los otros como responsables de nuestros fracasos; por ejemplo, es muy difícil que el estudiante reconozca que su fracaso académico fue por no haber estudiado y señala al profesor como culpable; en los conflictos matrimoniales, cada uno de los protagonistas señala al otro como causante de todos los males y se auto-proclama como víctima inocente. No es posible cambiar si no reconocemos nuestros defectos y errores. No es posible que el drogadicto salga de su situación si no reconoce su adicción y busca ayuda.
Es hora de terminar nuestra meditación dominical. El hilo conductor de nuestras reflexiones han sido los refranes y proverbios de los textos sagrados, llenos de sabiduría y sentido común, que nos invitan a revisar nuestro modo de vida.
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