En estos últimos días del año, afloran toda clase de sentimientos, ya sea por lo acontecido, ya por los retos del año que comienza. No pocos, optan por algún distractor, dizque para "olvidar las penas", sabiendo que "Lo importante no es lo que ha sucedido sino lo que podemos hacer con lo sucedido" y si tenemos fe "No hay mal que por bien no venga", "Lo maldito puede ser bendito".
Cuando tenemos claro el propósito de nuestra vida, y si está bien fundamentado, relativamente es fácil hacer una evaluación del manejo de nuestros afectos. Lo primero es resaltar los aspectos sobresalientes, que nos han hecho sentir realizados como personas, darle gracias al Dios revelado en Jesús y luego tomar consciencia de aquello que podemos mejorar.
Si aplicamos en nuestras instituciones la herramienta del Mejoramiento Continuo dentro de una Planeación Estratégica en un sistema de Calidad, que bueno sería retomarlo para nuestra vida personal y familiar.
San Ignacio de Loyola, nos sugiere que cada ser humano debe tener claro su propósito o sentido de vida. Lo llamó "Principio y Fundamento", es decir, experimentar el verdadero amor, ya que "solo los amados, aman"; dejarnos llevar por esa fuerza amorosa y concretizarla en el servicio.
Para los que tenemos fe, nos coloca a Jesús, como modelo, pero es válido para toda la humanidad ya que Cristo, es más que una religión; ilumina y cuestiona a todas, dada su visión plenamente humana. También coloca unas condiciones como el no absolutizar nada, ya que todo es pasajero; saber discernir y tomar las mejores decisiones. De esta manera somos "su imagen y su semejanza". Así podemos ORDENAR NUESTROS AFECTOS Y DESEOS INTIMOS.
Si quieres aplicar una herramienta o ejercicio ignaciano para encontrarle significado al año que termina, y mejorar el año que comienza, entonces debes ver este video
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