Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.
Lecturas:
- Profeta Isaías 53, 10-11
- Carta a los Hebreos 4, 14-16
- Marcos 10, 35-45
En los medios de comunicación, es frecuente encontrar publicidad sobre cursos de liderazgo, en los cuales se ofrece a los participantes la oportunidad de desarrollar competencias y habilidades que permitan tener éxito en los negocios, aceptación social y tomar decisiones acertadas. Esta oferta de valor tiene que ver con lo que los expertos en Recursos Humanos de las organizaciones llaman habilidades blandas o soft skills, altamente reconocidas; desarrollarlas abre muchas posibilidades de éxito
Es importante tomar conciencia de las agendas contrastantes que existen entre el liderazgo que conduce al éxito, y los anti-perfiles de liderazgo espiritual que nos presentan las lecturas de este domingo, que pueden producir entre nosotros escándalo y perplejidad:
- El profeta Isaías nos presenta algunos de los rasgos del Siervo del Señor, que replantea radicalmente las expectativas de poder y gloria que se habían creado alrededor de la figura del Salvador de Israel.
- La Carta a los Hebreos, profundamente marcada por el Judaísmo, se refiere a Jesús utilizando rasgos propios de la figura del Sumo Sacerdote.
- El evangelista Marcos recoge una petición de los hermanos Santiago y Juan, quienes esperan tener un reconocimiento especial por parte de su Maestro. Jesús aprovecha esta oportunidad para proponer un modelo absolutamente original y disruptivo de liderazgo: “El que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos”.
Empecemos por la impactante figura del Siervo del Señor. Para comprender el alcance de este personaje, debemos recordar que el pueblo de Israel era muy consciente de haber sido elegido por Dios y se sentía poseedor de una promesa de salvación. Vendría un Mesías, de la estirpe de David, que cambiaría la historia, no solo de Israel sino de toda la humanidad. Poco a poco se fue consolidando en la comunidad de Israel una visión triunfalista de lo que sería el futuro, y esperaban que él restauraría las viejas glorias de los tempos de David y Salomón.
Pero el plan de Dios era muy diferente. Surge, entonces, la figura del Siervo de Dios quien, a través del sufrimiento, transformará la historia espiritual de la humanidad: “Con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos, cargando con los crímenes de ellos”. Esta figura del Siervo es desgarradora y produce sentimientos encontrados. Por eso los discípulos de Jesús se sentían abrumados cuando Él hacía referencia a la muerte que le esperaba en Jerusalén. Ellos no podían entender por qué ese hombre maravilloso que había devuelto la vida y la salud de muchas personas, pudiera ser víctima de la violencia y la injusticia.
El plan de Dios de redimir a la humanidad mediante la entrega a la muerte de su propio Hijo choca violentamente con la lógica humana del éxito y del reconocimiento, pregonada por los expertos de un estilo de liderazgo puramente mundano.
El pasaje bíblico del Siervo de Dios muestra que este personaje, que se presenta como un fracasado a los ojos del mundo, es protagonista esencial para que puedan ser perdonados los pecados de todos… Por eso Dios Padre quiso que su Hijo experimentara el tránsito de la muerte a la vida, es decir, la pascua, para que todos pudiéramos acceder a la vida divina y ser coherederos del Reino.
Pasemos ahora brevemente al texto de la Carta a los Hebreos. Allí se nos presenta a Jesucristo como nuestro Sumo Sacerdote. Para nosotros los cristianos, la expresión Sumo Sacerdote es poco grata porque la asociamos con los atropellos y arbitrariedades cometidos contra el Señor por los líderes religiosos de Israel. Lo interesante de esta imagen proveniente del Judaísmo es subrayar cómo Jesús no solo es quien ofrece el sacrificio, sino que Él mismo es la ofrenda que se ofrece por los pecados de la humanidad. Este compromiso total de Jesús es expresado de muchas maneras en el Nuevo Testamento: es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas; no hay mayor prueba de amor que dar la vida por los amigos…
Volviendo al tema de liderazgo, tan comercializado en nuestros tiempos, podemos afirmar que Jesús nos ofrece una perspectiva totalmente diferente y novedosa de lo que significan la entrega y el compromiso. Es capaz de darlo todo y darse a sí mismo.
Finalmente, llegamos al texto del evangelista Marcos, quien deja constancia de una solicitud ingenua de los hermanos Santiago y Juan: “Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Esta solicitud, que no puede ser considerada como una jugada maquiavélica sino como el sueño ingenuo de dos hombres sencillos, debió caer muy mal entre sus compañeros. Jesús aprovechó este incidente para dar una formidable lección de lo que es el liderazgo a la manera de Jesús. Como punto de partida de su breve lección, recuerda cómo ejercen el liderazgo los poderosos de este mundo quienes, a través de la opresión, someten a los demás. Por el contrario, el liderazgo que Jesús propone a sus seguidores es a través del servicio: “El que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor; y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.
En este momento vemos con preocupación el desorden imperante en el ajedrez político internacional por la acción de jugadores que toman decisiones peligrosas y desestabilizadoras. Teniendo como telón de fondo estos hechos, los textos bíblicos que nos propone la liturgia de este domingo nos sugieren unas formas de actuar diferentes, que son capaces de dejar a un lado las ambiciones y protagonismos para asumir una actitud de humildad y servicio. Por eso afirmamos que, desde la fe, podemos romper paradigmas convencionales de liderazgo, y encontrar nuevos modelos de educar para la ciudadanía más allá de la ambición y la arrogancia. Formar hombres y mujeres para los demás. ¿Será posible?
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