Todos tenemos algo de Ignacio: Su cueva existencial

Finalizamos "El Camino Ignaciano". Realmente es muy distinto leer su vida a estar en los principales sitios de su largo, y complejo peregrinaje. 

 

Hay seres humanos "fuera de serie" como en la música, el arte, el deporte, las matemáticas, la filosofía y el desarrollo del Espíritu, entre otros.  Uno de ellos es Ignacio de Loyola. Por ejemplo, recorrer en totalidad 850 kilómetros, la mayoría de los tramos, a pie y descalzo, es asunto de "locos". Efectivamente un sacerdote a quien se le consultó para seguir el proceso de canonización dijo de Ignacio que era "Un loco por Jesucristo". Fue "solo y a pie" desde Loyola, país vasco, a Jerusalén, pidiendo limosna. Deseaba vivir donde nació y murió Jesús. Se lo impidieron. Quiso llevar a sus primeros compañeros, y no pudieron.

 

El mundo interior de Ignacio, su "cueva existencial", albergaba a un hombre de extremos, terco, vanidoso, orgulloso, competitivo, narciso, mujeriego, valentón  y creído. Todo lo quería hacer, acudiendo a su fuerza de voluntad. Hasta que después de algunos años de aprendizaje doloroso, tuvo que agachar la cabeza y convertirse, como él mismo lo describe, "como un niño de escuela escuchando a su maestro".  El secreto: dejarse llevar, confiar y colaborar plenamente con esa fuerza del amor de su Señor.

 

Ignacio fue un ser herido, no solo con la bala de cañón que malogró su pierna, sino con otros acontecimientos que iremos explicando. Nosotros también tenemos heridas, no nos salen las cosas como queremos, etc.

 

Si quieres "ver y oír" en directo desde el sitio de la "Cueva de Manresa", mira el siguiente video


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