Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.
Lecturas:
- Profeta Jeremías 31, 31-34
- Carta a losHebreos 5, 7-9
- Juan 12, 20-33
En ciudades de honda tradición católica, la Semana Santa está acompañada de vistosas procesiones que conmemoran los últimos acontecimientos de Jesús. Estas manifestaciones de piedad se inspiran en los relatos de los evangelios. ¿Qué significa esta puesta en escena?
Si nos preguntamos cuál fue el objetivo de la etapa final de la misión apostólica del Señor, la respuesta es muy sencilla: sellar con su sangre una alianza nueva y eterna de Dios con la humanidad. Así lo expresó Jesús en la Última Cena y lo seguimos repitiendo los sacerdotes cuando pronunciamos las palabras de la consagración: “Este es el cáliz de mi sangre; sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados”. El misterio pascual (la muerte y resurrección del Señor) inaugura una nueva etapa en la historia de la salvación-
En la liturgia de este V domingo de Cuaresma, leemos unos pasajes bíblicos que iluminan el sentido profundo de la alianza nueva y eterna:
- El texto del profeta Jeremías es una mirada hacia el futuro, que se realizará plenamente en Jesús: “Se acerca el tiempo, dice el Señor, en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva”. Y, a continuación, traza algunos rasgos de lo que vendrá.
- El texto del evangelista Juan recoge una catequesis de Jesús, en la que explica en qué consiste la novedad de la relación que Dios quiere establecer con la humanidad.
Los invito a explorar las palabras del profeta Jeremías, donde narra la transición de la antigua alianza a la nueva alianza. Yahvé había establecido con los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob y sus descendientes una alianza o relación especialísima que se sintetizaba en la siguiente declaración: “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo”. Cuando leemos con atención la historia de Israel, descubrimos que este proyecto de amor exclusivo no se cumplió, pues el pueblo tuvo muchos episodios de infidelidad. El juicio de Yahvé, a través del profeta Jeremías, es duro: “No será como la alianza que hice con los padres de ustedes, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ellos rompieron mi alianza, y yo tuve que hacer un escarmiento con ellos”
El domingo anterior meditamos sobre lo que fue ese escarmiento de que habla el profeta; se trata del exilio de Babilonia, que dejó una huella muy honda en la historia espiritual de Israel.
A continuación, el profeta Jeremías traza algunos de los rasgos de esa nueva alianza; estos rasgos serán dibujados con mayor precisión por Jesús. Leemos en Jeremías: “Esta será la alianza nueva que voy a hacer con la casa de Israel: voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones”; en esa alianza nueva será muy importante el perdón de los pecados: “Todos me van a conocer, desde el más pequeño hasta el mayor de todos, cuando yo les perdone sus culpas y olvide para siempre sus pecados”.
La antigua alianza estaba escrita en piedra, y en ella la Ley ocupaba el lugar central; la nueva alianza estará grabada en los corazones, tendrá como eje el amor a Dios y a los hermanos, y exigirá una profunda conversión interior.
Pasemos ahora al texto del evangelista Juan, que recoge una conversación de Jesús con sus discípulos; en frases cortas y con imágenes contrastantes, Jesús explica la novedad que ha venido a instaurar. “Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero, si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna”. Esta imagen del grano de trigo hace referencia a su muerte y resurrección gloriosa.
Este paso de la muerte a la vida, anunciado por Jesús con gran escándalo de sus discípulos, es vivido por nosotros en el sacramento del bautismo. En él renacemos como hombres nuevos e iniciamos un largo camino de apropiación de la propuesta de Jesús, de manera que sea Cristo quien more en nosotros.
La alianza nueva y eterna, sellada por el sacrificio de la cruz, nos invita a construir un proyecto de vida diferente de todo aquello que ha sido considerado como valioso y deseable por la sociedad en que vivimos:
- El creyente relativiza los valores del tener y opta por los valores del ser; valores que están expresados en el Sermón de las Bienaventuranzas.
- El creyente sabe dejar a un lado sus intereses personales, muchas veces legítimos, para favorecer el bien común; el nosotros está primero que el yo.
- El creyente sabe que el deseo de venganza envenena el corazón; por eso favorece los procesos de reconciliación.
- El creyente tiene un corazón agradecido, y es humilde; sabe que todo lo que tiene es un regalo, y así lo reconoce; y es consciente de sus pecados y fragilidades, y por eso exclama ¡Ven, Señor Jesús!
La alianza nueva y eterna que Dios establece con la humanidad, mediante el sacrificio de Jesucristo, genera una profunda revolución de los valores y estilos de vida, porque reinventa nuestras relaciones con los demás, con la naturaleza y con Dios. Los valores socialmente aceptados son sometidos a un riguroso escrutinio, y no pasan la prueba. ¿Qué nos han traído? Profundas inequidades, violencia que desgarra el tejido social y una naturaleza destruida por el afán de lucro.
Que este tiempo de Cuaresma nos sirva para reflexionar. Revisemos nuestro proyecto de vida y ajustémoslo para que sea expresión de la alianza nueva y eterna que Dios ha establecido con la humanidad
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