Pobrecita la princesa del cuento. No sólo le saquearon su castillo sino que el día menos pensado amaneció en la plaza pública, tiritando de frío y de vergüenza, despojada de sus joyas y vestidos. “Pero ella se lo buscó”, comentaba la gente. Efectivamente, ella misma eligió a la perversa ama de llaves de sonrisa seductora y palabra dulce; y a esa mujer le confió el cuidado de sus arcones
La desgraciada princesita se llama Colombia. Era rica, pero la saquearon. La dejaron sin nada. Se abatió sobre ella una legión de corruptos, vinieron como una bandada de vampiros dispuestos a chupar hasta su última gota de sangre. La tragedia llega al colmo cuando los colombianos abrimos de repente los ojos y nos damos cuenta de que nosotros mismos -los pobres engañados, los robados, nosotros a quienes nos han chupado la sangre- somos quienes hemos traído a nuestro castillo esa banda de ladrones. En sus manos ingenuamente pusimos las llaves de nuestros tesoros. Y por eso pasó lo que pasó; y sigue pasando lo que está pasando, pues la corrupción sigue gozando de plena vitalidad.
La corrupción, no la guerra, es hoy el peor enemigo del país. Nadie ha podido calcular la suma de dinero robada al tesoro público. Se han hecho cálculos de 20 a 40 billones de pesos. ¡Una suma exorbitante, casi inimaginable!
Porque nos robaron en tales dimensiones,el Congreso se vio obligado a aprobar la reforma tributaria que está sacudiendo cruelmente el bolsillo de todos los colombianos. Una reforma odiosa y cruel, pero necesaria. Todo para recaudar 6 billones de pesos adicionales: sólo una tercera parte del dinero robado por los corruptos. Ellos son los ladrones despiadados que nos están timando; la ladrona no es la ley de reforma tributaria.
Atención y vigilancia, amigo. El ladrón puede estar ahí, sentado delante de sus narices. Los escándalos pululan como gusanos de guayaba podrida: Saludcoop, Caprecom, Cafesalud, Reficar, el cartel de la hemofilia, Oderbrecht con sus 16 millones de dólares en sobornos, los carruseles de la contratación en Bogotá y en la ruta del sol. Toda esta tragedia orquestada por alcaldes, gobernadores, y funcionarios por los que usted votó. La lista es interminable.
La odiosa ley de reforma tributaria tiene una gran ventaja: nos está convenciendo al fin de que robar al Estado es robar al pueblo. Cada peso robado al Estado es un peso sacado de nuestros bolsillos. Increíble pero cierto: nosotros mismos fuimos colocando estratégicamente a los ladrones, elección tras elección, en los puestos claves del país para que desde allí nos robaran despiadada y elegantemente. Sabíamos de sobra que el corrupto de la campaña es infaliblemente el corrupto en el gobierno. Y, sin embargo, votamos por ellos.
Los sectores más golpeados por la corrupción son la salud, la educación y la contratación de obras de infraestructura.
El saqueo del sistema de salud le cuesta la vida a miles de personas y mantiene en la enfermedad a millones. Tú, gobernante corrupto, eres el criminal que estás matando de desnutrición a los niños de la Guajira. Tú eres un asesino en serie: estás matando a cuantos no alcanza a atender el sistema de salud por falta de recursos: los recursos de que te apropiaste. Tú, honorable campeón de la mordida y el serrucho, eres el ladrón que impides que nuestros niños tengan una educación de calidad. ¿Cómo calificar tu habilidad, amigo contratista, que eres capaz de robarte las carreteras incluso antes de que existan?
El mal es tan hondo que no bastan a remediarlo los entes de control del Estado acompañados del sistema punitivo de cárceles y multas. El éxito personal a través de la corrupción se ha hecho parte de la cultura colombiana. Para salvarnos se requiere la colaboración de todos, empezando por la familia y la escuela. La sanción judicial ha de ir precedida y acompañada de la sanción social: convencer a las nuevas generaciones de que ser pillo no paga, destronar de su estatus social al avivato que elude la justicia, llamar con su nombre propio de “criminal” y de “ladrón” al honorable corrupto por quien tal vez votamos en las elecciones.
P. Gustavo Jiménez Cadena
Director de Fundación “Juan Lorenzo Lucero” de Pasto
Para salvarnos se requiere la colaboración de todos,
empezando por la familia y la escuela.
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