Autor: María Isabel Velasco A.
El 24 de diciembre recibimos por la redes montones de buenos deseos por tener una noche de paz, noche de amor, nos reunimos en familia, con las personas más cercanas, estábamos muy felices, lo celebrábamos con música, comida, mucha alegría…
Y no era para menos, celebrábamos el nacimiento del Niño Jesús, acontecimiento que la humanidad celebra desde hace 2016 años…
Hoy, en Cali comienza la Feria de la ciudad, el júbilo y las fiestas se prolongan…y dentro de mí se intensifican los contrastes:
El niño Jesús nace y vuelve a nacer, no se cansa de nacer. De darnos luz, amor, vida… yo quisiera continuar con los sentimientos del pesebre: plenitud, gozo, silencio, misterio, presencia…pero este no parece ser el ritmo de la ciudad, de la vida misma, al menos en Cali esto es casi que imposible en estos días. Sin embargo, como Dios no se deja ganar en generosidad, he tenido tiempo de leer, de escribir, de orar, de conectarme con un Dios que se acomoda a todas nuestras circunstancias y desde allí me anima y me dice: Aquí estoy, solo necesito que tú me busques y te quieras comunicar:
Y que significa entonces que el niño ha nacido? ¿A que nos invita su nacimiento? ¿a qué nos impulsa?
Su nacimiento es uno de los misterios más grandes de la humanidad, de nuestro credo, de mi religión: el Señor Dios se hace humano en cada uno de nosotros, nos habita y nos llena de luz, amor, y vida, aunque haya algo en nosotros que nos lleva a rechazar tanta verdad… y es aquí cuando entiendo aquellas palabra del evangelio que nos dicen que Jesús vino y los suyos no lo conocieron, esos somos nosotros.
Surge en mi otro sentimiento de contraste: por un lado mucha alegría al confirmar que este Dios se hace humano, nos habita, nos quiere invadir de Amor, pero nuestra naturaleza se resiste, al fin y al cabo somos limitados y esto me causa tristeza, reconocer que el mal también me habita es un principio de realidad que me invita a ser más prudente, a vivir en oración para interpretar mi vida, la vida desde la lógica de Dios.
Hoy Niñito Jesús del pesebre te digo que quiero seguir cantando villancicos, quiero seguir anunciando tú nacimiento y tu presencia en mí, en la humanidad, quiero seguir dando presencia y voz a tu existencia, quiero seguir encarnándote en mi propia vida para seguir transmitiendo aquella gran verdad: eres el Camino, La verdad y la vida.
Ayúdame Niñito del pesebre a convertirme en verdadera discípula, capaz de predicar y dar testimonio de mi fe en este mundo, a reconocer en el evangelio una herramienta que quita cadenas y pone horizontes, eres palabra hecha acción.
Quiero vivir con hondura y sentido mi vida, sembrar semillas de amor en los corazones para que estas sean reconocidas, cuidadas y expandidas en todo nuestro rededor, me reconozco corresponsable de la creación, y así lo quiero anunciar, así lo quiero vivir, quiero seguir siendo mensajera de esta Buena Noticia… con la venia del GRAN Dios de la vida y la esperanza!!
Amén.
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