Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.
Lecturas:
- II Libro de Samuel 5, 1-3
- Carta de san Pablo a los Colosenses 1, 12-20
- Lucas 23, 35-43
Hoy celebramos la solemne festividad de Cristo Rey, cuando concluye el Año de la Misericordia, proclamado por el Papa Francisco. La invitación que el Papa nos ha hecho es a descubrir que el nombre de Dios es misericordia. Esta afirmación, tan sencilla y tan profunda, ha estado ausente en los procesos de formación religiosa de muchos bautizados, que se han formado una imagen distorsionada de Dios, marcada por el temor al castigo, olvidando que Dios es como el padre amoroso de la parábola del hijo pródigo, que espera ansioso que el hijo regrese para celebrar una fiesta de bienvenida
Con esta festividad de Cristo Rey concluye el Año Litúrgico, que comienza con el tiempo de Adviento y termina hoy con la solemne proclamación de Jesucristo como Señor del universo. Durante todos estos domingos hemos venido meditando en los misterios de la vida de Jesús, sus enseñanzas y milagros. Cristo se despojó de su divinidad, asumiendo nuestra condición humana.
San Pablo, en su Carta a los Colosenses que acabamos de escuchar, recapitula este camino recorrido por el Señor: “Porque Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud y por Él quiso reconciliar todas las cosas, del cielo y de la tierra, y darles la paz por medio de su sangre derramada en la cruz”
¿Qué elementos nos ofrecen las lecturas de este domingo para comprender el significado de esta fiesta de Cristo Rey? La primera lectura, tomada del II Libro de Samuel, nos presenta a David, ese gran personaje de la historia de Israel, en el momento en que fue ungido como rey. El reinado de David es un momento de particular esplendor en la vida del pueblo elegido; él es el prototipo del buen gobierno, justicia y religiosidad. El Mesías que liberará a Israel será un descendiente de la Casa de David.
Por eso en esta fiesta de Cristo Rey se hace referencia a este personaje histórico. Ahora bien, las expectativas respecto al Mesías evolucionarán de manera significativa; la liberación definitiva de Israel y de la humanidad no se realizará con acciones de poder, sino que tendrá como escenario la cruz, la cual será vista por sus contemporáneos como un escándalo y una locura imposibles de aceptar.
El evangelista Lucas nos describe con crudeza esta visión desconcertante del Reino de Cristo: “Los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a Él, le ofrecían vinagre y le decían: Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había, en efecto, sobre la cruz un letrero en griego, latín y hebreo que decía: Este es el rey de los judíos”. Cristo crucificado está absolutamente indefenso, sometido a las burlas de sus verdugos y su guardia de honor son dos ladrones.
Este testimonio del Hijo Eterno del Padre, que se despoja de su divinidad, traza el camino que deberán recorrer sus seguidores; los bautizados debemos optar por una vida de sencillez y de servicio. Igualmente, queda claramente dibujado el modelo de la Iglesia como dispensadora de misericordia, distante de los juegos del poder. Es el mensaje que insistentemente repite el Papa Francisco.
El Viernes Santo, con el aparente fracaso de la cruz, no pone punto final al camino del Señor. Dios lo resucitó de entre los muertos y lo constituyó como Señor del universo. El genio teológico de Pablo expresa con precisión esta realidad: Imagen de Dios invisible; primogénito de toda la creación; existe antes que todas las cosas y todas tienen su consistencia en Él; cabeza del cuerpo, que es la Iglesia; primogénito de entre los muertos; Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud y por Él quiso reconciliar consigo todas las cosas”.
¿Cómo impacta esta fiesta de Cristo Rey la vida cotidiana de los fieles? Para dar respuesta a esta pregunta podemos echar mano de una imagen de la tecnología.
Los viajeros de antes se orientaban mirando las estrellas, ajustaban su ruta de acuerdo con las indicaciones de la brújula y consultaban los mapas dibujados por los viajeros, que estaban llenos de imprecisiones. Hoy en día viajar es infinitamente más simple, pues los dispositivos electrónicos nos indican con precisión dónde estamos y cuál es la mejor ruta. Podemos movernos con seguridad por lugares que no habíamos visitado anteriormente, y así llegar a nuestro destino. Este sistema de navegación, de enorme utilidad para los viajeros, está integrado por 24 satélites. Pues bien, los bautizados tenemos en Jesucristo, Rey del universo, nuestro sistema de navegación que nunca falla, y que nos conducirá a la Casa de nuestro Padre superando todos los obstáculos.
Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre Cristo Rey. Concluyen el Año Santo de la Misericordia y el Año Litúrgico. El próximo domingo empezaremos el tiempo de Adviento, que es la preparación para la Navidad. Las ciudades cambian su apariencia, se llenan de luces y adornos que proclaman la presencia de Dios en medio de nosotros
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