Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.
Lecturas:
- Profeta Amós 6, 1ª. 4-7
- I Carta de san Pablo a Timoteo 6, 11-16
- Lucas 16, 19-313
El domingo anterior, la liturgia nos invitó a reflexionar sobre la Ética de los Negocios, tema de gran actualidad. En este domingo, continuaremos avanzando por el mismo camino, pues nuestro tema de meditación serán unas Lecciones sobre la Justicia Social y el Uso de los Bienes. Es la temática que nos presentan el profeta Amós y la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro. Este tema es tan antiguo como la humanidad, que siempre está debatiéndose entre el SER y el TENER.
Vayamos al texto del profeta Amós, que hace una descarnada crítica social a los ricos de su época. Esta crítica se desarrolla en tres escenas. En la primera de ellas, describe el modo de vida de los poderosos: “Se reclinan sobre divanes adornados con marfil, se recuestan sobre almohadones para comer corderos del rebaño y las terneras en engorde. Canturrean al son del arpa, creyendo cantar como David. Se atiborran de vino, se ponen los perfumes más costosos”. La descripción es de un crudo realismo y refleja un tenor de vida sibarítico.
La segunda escena se focaliza en la fractura ética, pues su pecado consiste en que “no se preocupan por las desgracias de sus hermanos”. Son insensibles ante el dolor humano. Desconocen el significado de la solidaridad. En palabras del Papa Francisco, en su corazón no hay espacio para la misericordia.
En la última escena, Amós señala a dónde conduce esta opción de vida: “Por eso irán al destierro a la cabeza de los cautivos y se acabará la orgía de los disolutos”.
Es importante destacar que las palabras del profeta Amós no constituyen una condena de los bienes materiales. Ciertamente, hay algunas corrientes de pensamiento que miran con sospecha todo lo que se relaciona con el cuerpo, el bienestar, la sexualidad, los bienes materiales. Estas corrientes de pensamiento están equivocadas, pues todas las realidades creadas – espirituales y materiales - han salido de las manos amorosas de Dios. Por tanto, todo lo que ha sido creado por Dios es bueno. El problema radica en la libertad humana, que adquiere estos bienes, no por el camino del trabajo honrado sino por los senderos tortuosos del delito, primando su interés personal sobre el bien común y acumulándolos de manera egoísta.
La primera escena que describe el profeta Amós refleja una profunda decadencia social. Está condenado a la ruina el pueblo que se olvida de la disciplina y no se gana el pan con el trabajo de sus manos. Un claro ejemplo es la suerte de Roma, que en un comienzo se caracterizó por la austeridad de sus costumbres y por el trabajo agrícola, pero en tiempos del Imperio se dedicó a todo tipo de excesos y a vivir de lo que producían los pueblos sometidos por sus legiones. Este modelo económico fracasó, como en la actualidad fracasan las sociedades que viven de los subsidios del Estado y dejan de producir.
El evangelista Lucas nos relata la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro. Es escandaloso el contraste entre el estilo de vida del hombre rico “que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día” y las condiciones inhumanas del mendigo. La escena que nos describe la parábola es aterradora, pero no se diferencia del drama vivido por los indigentes de nuestras ciudades; nos dice el texto que “yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas”. Esta escena, aunque aterradora, es tomada de la vida real.
Ahora bien, esta parábola puede ser leída en dos perspectivas complementarias: teniendo como protagonistas a los individuos, y teniendo como protagonistas a las sociedades.
En su Encíclica Laudato si sobre el Cuidado de la Casa Común, el Papa Francisco hace un penetrante análisis sobre “el deterioro de la calidad de la vida y la degradación social”, así como sobre la “inequidad planetaria”. La enorme complejidad de los problemas sociales y ambientales, que conforman una única y descomunal crisis socio-ambiental, como nos lo recuerda el Papa Francisco, no se resuelve a través de iniciativas desarticuladas, sino que necesitan una respuesta que, en palabras de Francisco, consiste en la Ecología Integral. El drama del rico de la parábola y de Lázaro, el mendigo, se multiplica por cientos de millones de seres humanos.
Es necesario revisar los modelos productivos que están destruyendo el planeta. Es necesario someter a un análisis crítico las políticas sociales. Hay que superar esta sociedad del descarte que ha hecho del mundo un inmenso basurero.
Las lecturas de estos impactantes textos del profeta Amós y del evangelista Lucas no pueden simplemente producir en nosotros motivaciones para actuar de manera asistencialista y aislada. Estos textos deben motivarnos para llevar a cabo una auténtica movilización social.
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