Una de las características esenciales de la Espiritualidad Ignaciana es "Ver a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Él". Quizá para una visión religiosa limitada, la tendencia es verlo solamente en lo que llamamos lo sagrado, lo ritual, lo establecido como por ejemplo, sentirlo en las diversas devociones aprendidas desde la infancia, la Navidad y especialmente en situaciones límite como el dolor y la muerte. Ahí si.... ¿No crees que esto es limitarlo?
Sin quitarle su importancia, observemos que Jesús tuvo una mirada mucho más amplia, como sentir hasta las entrañas el dolor del ser humano, como su enfermedad, su hambre, su vulnerabilidad, la exclusión de un sistema que sólo favorecía a unos pocos que se creían los buenos, los puros y los santos. Jesús, rompe esquemas humanos cuando son inhumanos, y quiso traer un orden diferente al religioso de su época hasta tal punto que la religión acabó con él. A los primeros cristianos los asesinaban porque dizque eran ateos. Puffffff
Realmente Jesús fue un "atrevido" que lanzó frases que ningún gurú, shaman, iluminado de oriente, o místico de occidente lo ha dicho, como: "Soy luz del mundo", "Quien me ve a mi ve al Padre", "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré", "No tengas miedo", "Yo estoy contigo", "Quien quiere salvar su vida, la perderá", entre otras. Sus familiares, creyeron que estaba loco y fueron por él.
Este artículo que acabo de leer, muy breve, cae como "anillo al dedo" para que nos informemos acerca de toda esa mescolanza de opiniones acerca de la paz tan anhelada que todos deseamos. Nos lleva a la reflexión y por qué no a la oración para que le demos espacio a ese Dios revelado en Jesús, en nuestra problemática. Esto es "verlo en todas las cosas".
Me impresionó la lucidez de este texto de William Ospina, no solamente propongo su lectura reflexiva, sino la acción compartida: enviar el mensaje, haciéndola llegar a los amigos, que la conozcan incluso los enemigos de la paz y los convencidos de la paz, mucho aporta, demasiado quizás en tan pocas palabras y si los dos lados de la moneda, asientan afirmativamente que lo afirmado aquí está pleno de certezas, es un valioso paso que estamos dando hacia una efectiva reconciliación.
AL FINAL
Autor: William Ospina
Difunde: Circulo de Humanidades Unaula
Después de una Guerra de 50 años, es tarde para los tribunales
Si hubo una guerra, todos delinquieron, todos cometieron crímenes, todos profanaron la condición humana, todos se envilecieron. Y la sombra de esa profanación y de esa vileza cae sobre la sociedad entera, por acción, por omisión, por haber visto, por haber callado, por haber cerrado los oídos, por haber cerrado los ojos.
Si para poder perdonar tienen que hacer la lista de los crímenes, hagan la lista de los crímenes. Pero esas listas sólo sirven si son completas, y quién sabe qué ángel podrá lograr el listado exhaustivo.
Ya comete un error el que trata de convertir en héroes a unos y en villanos a los otros. Lo que hace que una guerra sea una guerra es que ha pasado del nivel del crimen al de una inmensa tragedia colectiva, y en ella puede haber héroes en todos los bandos, canallas en todos los bandos, en todos los bandos cosas que no merecen perdón.
Y ahí sí estoy con Cristo: hasta las cosas más imperdonables tienen que ser perdonadas, a cambio de que la guerra de verdad se termine, y no sólo en los campos, los barrios y las cárceles, sino en las noticias, en los hogares y en los corazones.
Pero qué difícil es pasar la página de una guerra: la ciudadanía mira en una dirección, y ve crímenes, mira en sentido contrario, y ve crímenes.
Es verdad. La guerra ha durado 50 años: de asaltos, de emboscadas, de bombardeos, de extorsiones, de secuestros, de destierros, de tomas de pueblos, de tomas de cuarteles, de operaciones de tierra arrasada, de tomas de rehenes, de masacres, de estrategias de terror, de cárceles, de ejecuciones, de torturas, de asesinatos voluntarios, de asesinatos involuntarios, de minas, de orfandades, de infancias malogradas, de bajas colaterales, de balas perdidas. Medio siglo de crímenes a los que nos toca llamar la guerra.
Pero cuando las guerras no terminan con el triunfo de un bando y la derrota de otro, cuando las guerras terminan por un acuerdo de buena voluntad de las partes, no se puede pretender montar un tribunal que administre justicia sobre la interminable lista de horrores y de crímenes que, hilo tras hilo, tejieron la historia.
Lo que hay que hacer con las guerras es pasar la página, y eso no significa olvidar, sino todo lo contrario: elaborar el recuerdo, reconciliarse con la memoria. Como en el hermoso poema “Después de la guerra”, de Robert Graves, cuando uno sabe que la guerra ha terminado, ya puede mostrar con honor las cicatrices. Y hasta abrazar al adversario. Y todos debemos pedir reparación.
Hay una teoría de las víctimas, pero en una guerra de 50 años ¿habrá quién no haya sido víctima? Basta profundizar un poco en sus vidas, y lo más probable es que hasta los victimarios lo hayan sido, como en esas historias de la violencia de los años 50, donde bastaba retroceder hasta la infancia de los monstruos para encontrar unos niños espantados.
También eso son las guerras largas: cadenas y cadenas de ofendidos. Por eso es preciso hablar del principal victimario: no los guerrilleros, ni los paramilitares, ni los soldados, colombianos todos, muchachos de la misma edad y los mismos orígenes, hijos de la misma desdicha y víctimas del mismo enemigo.
Un orden inicuo, de injusticia, de menosprecio, de arrogancia, que aquí no sólo acaba con las gentes: ha matado los bosques, los ríos, la fauna silvestre, la inocencia, los manantiales.
Un orden absurdo, excluyente, mezquino, que hemos tolerado entre todos, y del que todos somos responsables. Aunque hay que añadir lo que se sabe: que todos somos iguales, pero hay unos más iguales que otros.
Enumeren los crímenes, pero eso no pondrá fin al conflicto. La guerra, más que un crimen, es una gran tragedia. Y más importante y urgente que castigar sus atrocidades es corregir sus causas, unas causas tan hondas que ya las señaló Gaitán hace 80 años.
Por eso se equivoca el procurador pidiendo castigo sólo para unos, y se equivocan los elocuentes vengadores, señalando sólo un culpable, y se equivoca el expresidente que sólo señala las malas acciones de los otros, y se equivoca el presidente, que habla como si, precisamente él, fuera el único inocente.
Señores: aquí hubo una guerra. Y aún no ha terminado.
Y no la resolverán las denuncias, ni los tribunales, ni las cárceles, sino la corrección de este orden inicuo, donde ya se sabe quién nació para ser mendigo y quién para ser presidente.
Si, como tantos creemos, es la falta de democracia lo que ha producido esta guerra, sólo la democracia puede ponerle fin.
Al final de las guerras, cuando estas se resuelven por el diálogo, hay un momento en que se alza el coro de los vengadores que rechaza el perdón, que reclama justicia.
*Pero los dioses de la justicia tenían que estar al comienzo para impedir la guerra. Cuando aparecen al final, solo llegan para impedir la paz*.
Escribir comentario
Claudia Rocio Duarte Duarte (jueves, 01 septiembre 2016 19:35)
Si lamentablemente las dinámicas sociales de nuestro país han sido terribles, y nadie aun a revisado cual es el papel individual tanto en el grado de apoyo al votar de manera irresponsable y continuar perpetuando una realidad de dolor sin pensar en que tenemos niños, jóvenes que están mirando el ejemplo y lo que les estamos heredando. Hoy es el momento de hacer ese alto en el camino y con humildad entender que todos hemos sido cómplices silenciosos bien por acción o por omisión; todos hemos perdido hasta el que ha ganado dinero con la venta de armas y el lucro del secuestro, perdieron su vida y su conciencia moral haciendo daño. Es el momento de parar con dignidad y aceptar que hay que recorrer otros caminos, que también generar dolor pero que en últimas aportaran a cambiar para bien, es por ello que hay que perdonar y seguir adelante el futuro es ahora y solo Dios en su infinita misericordia nos dará la sabiduría para curar, sanar y liberarnos de ese deshonroso pasada y construir una nueva ruta de progreso en una comunidad de amor y solidaridad.
Fernando Jiménez Guerrero (lunes, 05 septiembre 2016 10:09)
Como dice una de las oraciones de San Charbél Majluf, monje libanés maronita, para que nuestro Padre del cielo "...transforme nuestros corazones de piedra en corazones de carne..." y así con humildad y sencillez reconozcamos nuestras sombras y nos perdonemos pero también perdonemos al otro sus sombras y poder encontrar la luz de la reconciliación.
Rosalba Ceron. (lunes, 24 octubre 2016 15:04)
Este proceso de la guerra y la paz de nuestro pais ha sido muy doloroso para muchos colombianos, a otros tantos no nos tocado directamente, lo que no se consibe es la indolencia e ignorancia, que salen a protestar , pero no exigen sus derechos en el voto.
Por eso cada dia pido a Dios en mi oracion, tenga misericordia con este pueblo que a pesar de todo, todavia lo ama.