Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.
Lecturas:
- Libro del Deuteronomio 30, 10-14
- Carta de san Pablo a los Colosenses 1, 15-20
- Lucas 10, 25-37
Cada domingo escuchamos la proclamación de la Palabra de Dios. No podemos acercarnos a estos textos reduciéndolos a unos relatos ubicados en tiempos distantes. Tampoco podemos verlos como simples formulaciones doctrinales o como un listado de normas morales. A través de estos textos, Dios se dirige a cada uno de nosotros y nos da los elementos para que descubramos aquí y ahora su voluntad. Esto significa que al ponernos en contacto con los textos sagrados debemos permitir que resuenen en nuestro interior.
En la primera lectura de hoy, tomada del Deuteronomio, encontramos pistas muy ricas para profundizar sobre lo que significa cumplir los Mandamientos; en su Carta a los Colosenses, Pablo nos explica el papel absolutamente central de Cristo en la historia de la salvación; el evangelista Lucas nos narra la parábola del buen samaritano, que es una pieza maestra sobre la misericordia. Cada uno de los temas enunciados es muy amplio y profundo; por eso trazaremos unas pocas pinceladas que inviten a la meditación.
Empecemos por el libro del Deuteronomio. Allí Moisés, formidable líder espiritual y político, exhorta a la comunidad: “Escucha la voz del Señor, tu Dios, que te manda guardar sus mandamientos y disposiciones escritos en el libro de esta ley”. Los Diez Mandamientos son ampliamente conocidos pues desde hace muchos siglos son columna vertebral de la tradición judeo – cristiana, y fijan unas claras reglas del juego para nuestras relaciones con Dios y con los demás. Si estos principios básicos fueran respetados, la vida sería muy diferente.
Ahora bien, muchas personas reducen los Diez Mandamientos a una checklist o formulario que responden de manera apresurada. Con ligereza afirman que se sienten tranquilos porque no han matado ni robado.
¿Será verdad tanta virtud? El mandamiento no matar no se reduce a prohibir quitar la vida de otros por medios violentos. Este mandamiento, como los restantes nueve mandamientos, debe ser leído de manera mucho más fina. Pensemos, por ejemplo, que las adicciones al cigarrillo, alcohol y drogas constituyen una seria amenaza contra la vida. Tomemos conciencia de que hay muchos modos de explotación económica que están destruyendo la vida sobre la tierra, y todos estos comportamientos deben ser revisados cuando nos examinamos sobre el cumplimiento del quinto mandamiento, no matar.
Otro de los mandamientos nos exige no hurtar. Y como ninguno de nosotros ha asaltado un banco, nos sentimos inocentes y satisfechos con nuestra honradez. Pero en el mundo de hoy, este mandamiento no hurtar pide un examen mucho más preciso: ¿pagamos los salarios justos, con todas las prestaciones exigidas por la ley?, ¿pagamos los impuestos que nos corresponden o usamos todos los subterfugios para evitarlos?, ¿en nuestras prácticas profesionales y comerciales somos cuidadosos en cuanto a los bienes y servicios que ofrecemos?
Estos ejemplos sencillos a propósito de estos dos mandamientos, no matar y no hurtar, nos motivan a examinarnos con mayor detenimiento sobre el cumplimiento de estas normas básicas que son los Diez Mandamientos. Si los tomáramos en serio, el mundo marcharía mucho mejor.
Vayamos a la segunda lectura, tomada de la Carta a los Colosenses. De manera elocuente, san Pablo nos explica el lugar principalísimo de Cristo en el plan de salvación. Sus expresiones son impactantes: “Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. Todo fue creado por medio de Él y para Él. Él existe antes que todas las cosas”. Cuando leemos de manera pausada estas palabras de san Pablo, surge una pregunta que no podemos evadir: en mi vida de fe, ¿qué lugar ocupa Jesucristo? No es una pregunta menor, pues muchas personas dan mayor importancia a devociones y prácticas piadosas, que pueden ayudar a los fieles, pero que jamás pueden ocupar el lugar único que corresponde a Jesucristo. Él es nuestro Señor y Redentor. Es el camino, la verdad y la vida. Nuestra espiritualidad debe estar profundamente anclada en Jesucristo. Todas nuestras prácticas deben conducirnos a un conocimiento más profundo de su Persona y de sus enseñanzas. Solo se ama lo que se conoce.
Finalmente, el texto del evangelista Lucas nos narra la parábola del buen samaritano, que es una pieza magistral sobre la misericordia. Con esta parábola, Jesús responde a la pregunta que le hizo un doctor de la ley: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” El camino que traza Jesús puede sorprender a algunos, pues no exige realizar penitencias heroicas ni pide adherir a ritos y doctrinas esotéricos. El camino para llegar a la Casa del Padre es el del amor solidario con el hermano que sufre. El nombre de Dios es misericordia, como no cesa de repetir el Papa Francisco.
Las lecturas que escuchamos cada domingo no son discursos teóricos. A través de ellas Dios nos comunica su plan de salvación y son una invitación a preguntarnos qué quiere Dios de nosotros.
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María Lucrecia (jueves, 07 julio 2016 07:57)
Estoy de acuerdo ......Dios Amado cada día con su Palabra nos habla ,nos moldea y encontramos el sentido real de nuestra vida,pero hay que hacerlo diariamente,es un alimento que nos nutre solo si lo consumimos......ESTO ES EL RETO AL AMOR DIVINO.
Fernando Jiménez Guerrero (lunes, 11 julio 2016 10:19)
Muchos intelectuales divagan sobre la responsabilidad de la religión en las guerras del mundo. Cuando investigas y lees la historia puedes dirigir tu respuesta a un SI: rescatar Tierra Santa con las cruzadas, acabar con el mundo pecaminoso de occidente por el lado de fanáticos musulmanes...
Profundizando más llegamos a reconocer otros motivos: raciales, étnicos, nacionalistas...
Entonces vemos que la respuesta no está en solo culpar a la religión, la culpa es la obsesión del hombre (hombre y mujer)por poder para dominar al otro, tener mejores pertenencias, el dominio y control del otro... Ese pecado original de ser un ser material y por ende imperfecto y lleno de debilidades que utiliza cualquier medio (religión, política, tecnología, etc.) para llenar ese vacío que deja la ausencia de Dios en su corazón.
Claudia Rocio Duarte Duarte (lunes, 11 julio 2016 21:10)
Hoy mas que nunca nuestros niños y jóvenes requieren de una alta dosis de orientación frente al sentido de la solidaridad, en muchos casos nos quedamos en el dar elementos materiales y cumplir con un requisito social que validamos desde el criterio de dar; pero no, la Misericordia desde el mensaje de Dios esta mucho más allá de un requisito, Jesús se entrego e hizo parte del dolor del otro se compadeció , enseña que es mucho mas que un momento nos motiva a ver que estar al pie del otro, ir junto de quién lo requiere, que se cambie una manera de proceder y aquí donde esta la grandeza de su mensaje; nos enseña a sentir, padecer y cambiar con el otro. la bondad de la grandeza del amor de Dios y de la vida de su hijo es el mejor mensaje de amor y reconciliación que hoy requiere nuestra sociedad.