Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.
Lecturas:
- I Libro de los Reyes 19, 16b. 19-21
- Carta de san Pablo a los Gálatas 5, 1. 13-18
- Lucas 9, 51-62
El gran tema transversal a las lecturas de este domingo es la vocación o llamado que Dios nos hace. Antes de entrar en los aportes particulares que hace cada uno de los textos, conviene recordar que este llamado único a crecer en la participación de la vida divina se concreta de muy diversas maneras. Podríamos decir que se trata de una única VOCACIÓN (con mayúscula) y de múltiples vocaciones (con minúscula), según la diversidad de carismas y dones que el Espíritu Santo distribuye en la Iglesia
En la reflexión teológica anterior al Concilio Vaticano II, se hablaba de los estados de perfección; en los escritos de entonces se afirmaba que había unas vocaciones que eran más nobles que otras. Pero las reflexiones han cambiado. En la Teología Espiritual ya no se acepta esta visión jerarquizada, que implica una discriminación entre los dones de Dios. Todos estamos llamados a la santidad. Todos somos constructores del Reino. Lo importante es descubrir qué nos pide Dios a cada uno y cómo quiere que le sirvamos.
Después de esta breve introducción sobre la VOCACIÓN y las vocaciones (con mayúscula y con minúscula), veamos qué elementos particulares nos aporta cada uno de los textos.
Empecemos por el texto del I Libro de los Reyes. En las primeras líneas de este texto que acabamos de escuchar, hay algo que nos llama la atención: “El Señor le dijo a Elías: Unge a Eliseo, el hijo de Safat, originario de Abel-Mejolá, para que sea profeta en lugar tuyo”:
- ¿Qué encontramos? Dios comunica su llamado a Eliseo a través de un hombre, Elías. Si revisamos nuestra historia personal, reconoceremos que gran parte del camino de nuestra vida ha sido iluminado por nuestros padres y maestros, quienes nos ayudaron a la formación de la conciencia ética y religiosa, y nos orientaron para ser buenos ciudadanos. Dios nos ha hablado a través de ellos.
- Igualmente, conocemos dolorosas historias de personas que escogieron el camino equivocado porque cayeron bajo la influencia negativa de malos consejeros. De ahí la necesidad de valorar, de manera crítica, las sugerencias que nos hacen y filtrar los insumos que recibimos para construir nuestro proyecto de vida. En pocas palabras, es necesario aprender a discernir.
En el texto de la Carta a los Gálatas, el apóstol Pablo hace dos grandes aportes sobre la vocación o llamado que Dios hace, y nos propone dos grandes criterios: la libertad y el amor: “Cristo nos ha liberado para que seamos libres. Conserven, pues, la libertad, y no se sometan al yugo de la esclavitud. Su vocación, hermanos, es la libertad. Pero cuiden de no tomarla como pretexto para satisfacer su egoísmo; antes bien, háganse servidores los unos de los otros por amor”.
Estas sabias palabras de Pablo nos invitan a discernir el proyecto de vida con una gran sinceridad, desnudando las motivaciones profundas que inspiran nuestra agenda personal. Con frecuencia, utilizamos palabras que tienen resonancias altruistas pero que ocultan intereses de poder. Si no crecemos en la libertad y el amor, arrastraremos unas vidas miserables. Por eso no es tan importante la materialidad del trabajo que realizamos sino la forma como lo llevamos a cabo. La diferencia no está tanto en QUÉ hacemos, sino CÓMO lo hacemos. Hay personas que son esclavas del qué dirán y de los convencionalismos sociales, y no actúan de manera auténtica. Van gastando los años recitando el guion predeterminado de las normas sociales. Por eso es tan refrescante este llamado de Pablo a la libertad y el amor.
Pasemos ahora al texto del evangelista Lucas. Allí aparece Jesús en un momento decisivo de su misión: “Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén”. En un momento tan importante de la misión que le había confiado el Padre, Jesús usa un lenguaje que pone de manifiesto la radicalidad de su llamado. Esto lo manifiesta en tres diálogos en los que el Señor llama a potenciales seguidores. El común denominador de estos personajes es el SÍ, PERO NO..,. Quieren seguir al Señor, pero su disponibilidad no es total, ya que tienen otros asuntos que atender.
En los Ejercicios Espirituales, Ignacio de Loyola analiza en profundidad los procesos interiores del ejercitante que quiere tomar decisiones importantes sobre la orientación de su vida. Con mucha frecuencia, se repite la escena de quienes escuchan el llamado del Señor, pero tienen intereses y afectos que les impiden dar el paso. Su respuesta vacilante es SÍ, PERO NO…
Estas lecturas de hoy nos plantean profundos interrogantes sobre la forma de ir construyendo nuestro proyecto de vida:
- ¿Cuáles son las influencias positivas y negativas, que gravitan sobre nosotros, en el momento de tomar decisiones importantes? ¿Escuchamos las voces sabias, como la del profeta Elías, o somos sensibles a otro tipo de invitaciones mucho más light?
- ¿Vamos avanzando en libertad interior y en entrega generosa para la construcción de la familia, de la Iglesia y de la sociedad civil? ¿O estoy al servicio de causas mezquinas que me empobrecen como persona y como ciudadano?
- ¿Soy un ser inseguro, incapaz de tomar decisiones audaces, que me saquen de mi zona de confort?
Estas preguntas impertinentes surgen de las preguntas de las lecturas que hemos analizado
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