Fiesta que se respeta, tiene su remate

Fiesta que se respeta, tiene su remate... y la fiesta que tuvimos el domingo anterior, Pentecostés, se remata nada menos que con la revelación realizada en Jesús: Dios es Trinitario, es decir es una comunidad de amor, unidos en la diversidad, y que tiene una Voluntad, un proyecto, que YA se cumplió en su Hijo Jesús, el Cristo, el Señor, el Primogénito y que quiere colaboradores para que se siga cumpliendo en toda la humanidad. Y para que sea real nos dio la potencialidad de ser "su imagen y su semejanza". 

 

Con todo gusto les participo una oración del P. Pedro Arrupe, s.j., que fue superior general de los jesuitas y una explicación del cuadro bizantino de la trinidad que es muy distinto a la forma como se lo imaginaron en el Renacimiento, como si Dios fuera un abuelito, allá perdido en el cielo.

 

"Pedid y se os dará, buscad y hallareis, tocad a la puerta y se os abrirá" (Lucas 11,20).

Apartes de una oración del P. Pedro Arrupe, S.J.:

 

“OH Trinidad Santísima! Misterio Fontal (fuente), origen de todo. ¿Quién te ha visto para que pueda describirte? ¿Quién puede engrandecerte tal como eres?

 

Te siento tan sublime, tan lejos de mí; misterio tan profundo que me hace exclamar del fondo de mi corazón: Santo, Santo, Santo...

 

Cuanto más siento tu grandeza inaccesible, siento más mi pequeñez y mi nada. Pero al ahondar más y más en el abismo de esa nada, te encuentro en el fondo de mi ser “más íntima que mi misma intimidad”, amándome, creándome para que no me reduzca a la nada, trabajando por mí, para mí, conmigo en una comunión misteriosa de amor.

 

Puesto delante de Ti, me atrevo a elevar mi plegaria, a pedir Sabiduría aunque sabiendo que el vértice del conocimiento de Ti por parte del hombre es saber que no sabe nada de Ti. Pero sé también que esa oscuridad está llena de la luz del misterio, que ignoro. Dame esa Sabiduría misteriosa, escondida, destinada desde antes de los siglos para gloria nuestra (...).

 

Te pido algo de aquella luz insólita, extraordinaria, eximia, de la intimidad Trinitaria para poder comprender el carisma de Ignacio, para poder aceptarlo y vivirlo (…).

 

Dame, Señor, que yo comience a ver con otros ojos todas las cosas, a discernir y probar los espíritus que me permitan leer los signos de los tiempos, a gustar de tus cosas y saber comunicarlas a los demás. Dame aquella claridad de entendimiento que diste a Ignacio (...).

 

Que sea para mí tu iluminación como fue la zarza ardiente para Moisés o la luz de Damasco para Pablo; el Cardoner y la Storta para Ignacio. Es decir, el llamamiento a emprender el camino que será oscuro pero que se irá abriendo ante nosotros como le sucedió a Ignacio, según lo iba recorriendo (...).

 

Termino con la oración de Ignacio:

Padre Eterno, confírmame;

Hijo Eterno, confírmame;

Espíritu Santo, confírmame.

Santa Trinidad, confírmame;

un solo Dios mío, confírmame.

 

 

P. Julio Jiménez, S.J.

Promotor de la Espirtualidad Ignaciana